por Juanjo Romero
Fuente Religión en Libertad
Cardenal Schönborn, Domus Galilæ, finales del mes de marzo, un auditorio compuesto por más de un centenar de obispos y nueve cardenales:
En los últimos 40 años, Europa ha dicho tres veces 'no' a su futuro: en el año 1968 cuando refutó la Humanæ Vitæ; 20 años después con la legalización del aborto; y hoy con el matrimonio homosexual. Ya no se trata de una cuestión moral, sino de un hecho: por ejemplo, en Alemania hoy, por cada 100 padres hay 70 hijos y 44 nietos. En dos generaciones, la población se reducirá a la mitad.
Me cuentan que fijó la vista respectivamente en belgas-holandeses, franceses-alemanes y españoles, con esa mirada de cariño y fortaleza que le caracteriza, como invitando a todos a arrimar el hombro (no sé si estaban sentados por países, pero así me lo describieron). Concluyó el breve diagnóstico con valentía:Esto es, objetivamente, un 'no' al futuro.
La única fuerza en Europa que ha promovido y promueve el futuro es la Iglesia Católica a través de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Las tres apostasías tienen su origen en la primera, en la encíclica que el viernes cumple cuarenta años de su promulgación. Quizá uno de los documentos clave del siglo XX, no sólo de la Historia de la Iglesia. Recomiendo su lectura, breve y fácil de resumir: no se puede separar en el acto matrimonial el aspecto unitivo del generativo. Pocas frases han provocado tanto. Otros resumen la Humanæ Vitæ como «no se puede usar la píldora o el condón», pero el reduccionismo corresponde a quien tiene por bufanda la bragueta, ya dice la Escritura ex abundantia cordis os loquitur.
Todavía la simple mención del título provoca salpullidos y erupciones en la progresía eclesiástica y también en la social. La táctica contestataria sigue siendo la del posconcilio: «hay que profundizar en la encíclica», «hay que superar»; «hay que adaptarse a los nuevos tiempos»; «la Iglesia debe dedicarse a…». Pero no, no me quería fijar hoy en el disenso. Un disenso cuajado de deslealtades y traumas. Un disenso que generó lo que en USA se llamó católicos de cafetería, los que del menú sólo escogen lo que les apetece.
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