por Juan Manuel de Prada
«Para que exista verdadero tabú es requisito previo imprescindible que exista una estructura de poder efectivo que lo sostenga y castigue severamente sus infracciones; para que exista verdadera provocación, el artista debe desafiar tal estructura y someterse a su castigo. En nuestra época, vituperar los dogmas cristianos no constituye una infracción de ningún tabú, sino por el contrario una manera de asegurarse el aplauso del pensamiento dominante, un recurso facilón para colgarse medallitas y llenarse los bolsillos. Decía Chesterton que la única herejía que nuestra época no admite es la ortodoxia; y que, por tanto, la única forma de provocación verdadera en una sociedad que ha extraviado el concepto de lo sagrado consiste en volver a hacérselo presente otra vez, escandalosamente presente, sin rebozo ni titubeos. Profanar lo sagrado está al alcance de cualquier pelagatos con afán de notoriedad; exaltar lo sagrado sólo está al alcance del verdadero artista, que es el que está dispuesto a escandalizar al pensamiento dominante y a arder en las llamas de los modernos tribunales de la inquisición, que no son precisamente los de antaño.»
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