Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

27 de enero de 2009

La Economía Política y el Cristianismo (7)



por S.E.R. Zeferino Card. González Díaz de Tuñón O.P.





VII





o resalta menos la superioridad de la doctrina económico-política del cristianismo, sobre la doctrina económico-política del racionalismo contemporáneo, con respecto al problema de la miseria de las clases obreras y al antagonismo permanente y cada día más amenazador entre el trabajo y el capital.
¿Puede dudarse, en efecto, que ese creciente antagonismo que hace temblar el suelo bajo nuestras plantas y cuyos siniestros rugidos llegan, hasta nosotros desde todos los puntos del horizonte, es debido en gran parte, ya que no en todo, a la ausencia de los principios católicos y de las virtudes cristianas? Suponed por un momento que en el corazón y en la inteligencia [98] de esas grandes masas de obreros reinaran las creencias católicas: suponed que practicaran en su mayoría las virtudes cristianas por espíritu y motivos cristianos, estableciendo como norma de su conducta y de su vida, la humildad, la resignación, el espíritu de sacrificio, el desinterés y desprendimiento de los bienes de este mundo, en relación con los de la vida eterna, la castidad, la moderación ríe las pasiones, la caridad y las mortificaciones de la vida cristiana. Suponed, al propio tiempo, que los capitalistas y los ricos se hallan vivificados por las mismas creencias y virtudes, y que reducen a la práctica el grande y múltiple precepto de la caridad, que reasume y compendia toda la ley y todas las virtudes del cristianismo; es bien seguro que no se presentaría hoy con tan alarmantes proporciones ese formidable antagonismo entre el trabajo y el capital, y que desaparecerían los serios peligros y trastornos con que el socialismo y el comunismo amenazan hoy a la sociedad. Pero implantad en el seno de la sociedad y principalmente en el corazón y la inteligencia de las clases necesitadas, los principios del racionalismo y del sensualismo economista. Predicadles y enseñadles con la palabra y con el ejemplo, inculcadles un día y otro día que nada significan las amenazas del cristianismo sobre los misterios de la vida y de la muerte eterna; que Jesucristo es un mito o un impostor semejante a Mahoma; que nada tienen que esperar ni que temer después de la vida presente. [99]


Mostradles una y otra vez con vuestro ejemplo y vuestras doctrinas, que el bienestar material y los goces de la vida constituyen el bien supremo del hombre y el único móvil de la actividad humana; y veréis a esa sociedad dominada, mejor dicho, devorada por la pasión de las riquezas, y al rico explotando al pobre y cotizando sin misericordia los sudores del obrero; y al pobre, agitado por rencorosa envidia y concentrado odio contra el rico, y al socialista obrero alzarse airado para reclamar su parte en el banquete de la vida y de la felicidad. Si las riquezas, con los placeres y satisfacciones que las acompañan, constituyen el único destino del hombre sobre la tierra; si no existe otra vida en la cual se restablezca el equilibrio de la justicia, frecuentemente violada por los poderosos de este mundo; si no existe para el hombre un destino ulterior y superior en que se realice la ley de la compensación entre el bien y el mal; si, en una palabra, la poderosa aspiración hacia la felicidad que en el corazón del hombre se revela, no tiene más objeto ni más término que las satisfacciones y goces de la vida presente, ¿por qué razón y con qué derecho gozan esa felicidad algunos hombres, mientras la inmensa mayoría se ven siempre alejados y como repelidos de la misma? Tales son las últimas consecuencias, pero consecuencias lógicas y naturales del racionalismo, aplicado a la Economía política. Una vez proclamada la autonomía del hombre, esta conduce espontáneamente a la [100] negación de la ley del sacrificio y abnegación de si mismo en presencia de Dios y de los hombres, al reinado del orgullo, a la proclamación del derecho divino de las pasiones, a la rehabilitación de todas las concupiscencias y a la legitimidad del egoísmo.
*****
Para leer el artículo completo haga click sobre la imagen del autor.

0 comentarios: