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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

30 de enero de 2009

La Economía Política y el Cristianismo (8 y último)





por S.E.R. Zeferino Card. González Díaz de Tuñón O.P.




VIII



e nos dirá tal vez, que la Economía política ha prestado también servicios no despreciables a los diferentes miembros de la sociedad en general, y a las clases indigentes en particular. Es verdad, y no seremos nosotros ciertamente los que neguemos esos servicios ni los que desconozcamos los bienes y ventajas que las modernas naciones deben a la ciencia económica. Empero sí afirmaremos otra vez más, que esos servicios hubieran sido y serian más sensibles, más universales y, sobre todo, más fecundos, si la ciencia económico-política se hubiera inspirado en los principios cristianos, si no se hallara informada por cierto espíritu de hostilidad más o menos encubierta contra las ideas, instituciones y tendencias de la doctrina católica, dejándose arrastrar y avasallar por el espíritu racionalista, que al depositar en su seno los gérmenes del sensualismo, ha torcido y falseado su marcha natural y racional. Las investigaciones y enseñanzas de esta ciencia sobre las leyes que rigen la producción de las riquezas, sobre la importancia y dignidad del trabajo, sobre las condiciones y causas de su energía y fecundidad, sobre el cambio y distribución de las riquezas, sobre las ventajas e inconvenientes de la libre concurrencia, sobre el poder y resultados del crédito, sobre organización del trabajo y de los impuestos, sobre mejoramiento de las clases indigentes, etc., etc., hubieran sido, a no dudarlo, más acertadas, más legítimas, y sobre todo, más provechosas y fecundas en resultados prácticos, si se hubieran verificado bajo las inspiraciones de la idea católica y con subordinación al criterio cristiano. La Economía política, como toda ciencia, merece los homenajes de todo hombre pensador y de recto corazón, considerada en si misma; pero esto no quita que sea por desgracia una verdad, que no ha producido todo el bien que pudiera y debiera haber producido, a no haberse separado del cristianismo. Más aún; en virtud de esta separación y hostilidad contra el cristianismo, ha sido arrastrada fatalmente a abrazar, sobre ciertos problemas, soluciones racionalistas y teorías sensualistas, perniciosas en sumo grado a la sociedad en general, y a las clases indigentes en particular.

Y no es por cierto necesario buscar muy lejos la prueba de esta afirmación, porque nos la suministra manifiesta y palpable el problema de la miseria que nos viene ocupando. Acabamos de indicar, en efecto, los medios morales y materiales que la Economía político-cristiana recomienda y practica para combatir la llaga del pauperismo, disminuir sus fatales resultados y dulcificar los padecimientos de las clases necesitadas. Y bien: pongamos ahora en frente de esos medios y de las instituciones católicas, los medios e instituciones de la Economía política racionalista: pongamos en frente de la teoría cristiana las teorías de las escuelas económicas inspiradas en el racionalismo y el sensualismo.

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