por el R. P. Raimondo Sorgia, OP
12. Y vosotros, ¿quién decis que soy yo? Mt 16,15
stamos concluyendo ya este largo viaje en torno a la Sábana Santa. Y probablemente el lector se ve envuelto en un torbellino de impresiones, como cuando visita y descubre un país extranjero...La Sábana tiene en sí misma una fuerte carga de... provocación, en el sentido de estímulo, de invitación. Y el motivo es bastante claro, aunque el tema sea tan complejo.Si se hubiese tratado de una antigua tela babilónica con la impresión de un crucificado, nos habríamos preguntado por un tiempo si no pudiera haber pertenecido a un esclavo condenado a muerte por orden de Hammurabi. Y la cuestión hubiera quedado en eso solo. Alguna línea más en las nuevas enciclopedias.Si se hubiese tratado de un largo trozo de tejido encontrado en el interior de un sepulcro junto al Nilo, sería legítima curiosidad preguntar a la ciencia moderna quién sería el misterioso personaje fotografiado en aquel rollo de tela egipcia. ¿Algún dignatario que no fue fiel? ¿Un faraón derrotado en batalla por un poderoso rey enemigo, y cuya momia faltase en la lista de los hallazgos arqueológicos? Curiosidad legitima, pero nada más.Aquí, en cambio, según todo lo visto, hallamos la impresión total del Hombre más importante que jamás haya existido. El personaje de la Sábana sería Jesús de Nazareth, el Hombre-Dios. Un Dios que ha tomado la misma realidad y ciudadanía humana de uno de nosotros. Un hombre joven y fuerte, que se arriesga al fracaso popular, y que en la plenitud de sus facultades mentales se enfrenta con un terrible género de muerte para confirmar su idea- fuerza: Dios ha descendido con él a la tierra para ofrecer a los hombres una última posibilidad de salvación. En la Sábana tenemos así una recuperación íntegra y definitiva de su imagen, ofrecida a todos los hombres de buena voluntad, en cualquier nación y tiempo.Según esto, la Sábana Santa de Turín ha guardado su cuerpo crucificado y a Él pertenece la imagen que en ella nos ha quedado prodigiosamente estampada.Imaginemos un caso extraño, sumamente extraño. Supongamos que un ladrillo se separe espontáneamente para volar hasta las manos del albañil que está reparando la fachada de una casa en el último piso. La física moderna afirma que esto podría suceder teóricamente, quizá una sola vez en cien billones de años…Yo estoy convencido de que sería necesario esperar mucho más tiempo para conseguir que una antigua sábana funeraria fotografiara espontáneamente el cadáver envuelto en ella, conservando una perfecta imagen humana, una imagen que además ilustra con toda exactitud la dolorosa y detallada crónica del Vía Crucis, recorrida paso a paso por Jesús.Más aún. He aquí que la ciencia actual y la historia evangélica coinciden al afirmar que la imagen íntegra del Hombre de la Sábana Santa ha podido estamparse en ella en un lapso de tiempo de apenas 30-40 horas, o incluso en un instante. En el breve período de permanencia de Jesús en el sepulcro; del anochecer del viernes al alba del domingo. En el momento divino de la resurrección.¿Por qué el Creador del universo, el Señor de las complejísimas leyes que gobiernan los fenómenos sensibles, no podría haberse valido en algún modo de la acción conjunta del áloe-mirra-fibrina- radiaciones celulares, etc., para obtener aquel unicum absoluto que es la imagen que puedes ver en la Sábana Santa, y que historia, fe y ciencia coinciden en atribuir a Cristo?
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