Fragmento del sermón del Cura Loco,
Ediciones Patria Grande, Buenos Aires, 1974 (pags 96-97).
Escrita entre 1946 y 1955.
por el R.P. Leonardo Castellani
“Toda esta persecución se hace en nombre del Cristianismo, del cual se han conservado los nombres vaciados y los ritos falsificados, llegándose hasta el fingir una adhesión zalamera y enteramente inefectiva al Sumo Pontífice de Roma. Se mantiene el aparato burocrático de las Curias y aún se fomenta su hipertrofia, pero todas las ansias sobre las que el cristianismo romano se asienta como la independencia de la familia y la propiedad privada, la justicia social, el principio de la legitimidad de los gobiernos, el control sobre los gobernantes, la decencia pública, la convivencia caritativa... la LEY en fin todo eso ha sido aniquilado, de sobra lo sabéis, lo habéis sufrido en carne propia... haciendo al mismo tiempo mucho ruido con todas esas palabras. Se favorece al clero menos digno, en una diabólica selección al revés, y de hecho se ha creado un cisma en él, con el sencillísimo arbitrio de dar las sillas episcopales, no a los más dignos, que son los más doctos... no a los más inteligentes y espirituales, sino a los más políticos y puerilmente “piadosos”. Sed non in política salvabit nos Dóminus Iesus [1].
Pero a ¿qué seguir? Todos los conocéis por haberlo sufrido, mejor que yo. La adoración de Dios está siendo sustituida imperceptiblemente por la adoración del Hombre; y eso sin suprimir a Cristo, sino reduciéndolo súbdolamente a hombre. El Misterio de Iniquidad, que consiste en la inversión monstruosa del movimiento adoratorio de hacia el Creador en hacia la Creatura se ha verificado del modo más completo posible, sin suprimir uno solo de los dogmas cristianos, como la Virgen Madre, el Santísimo Sacramento, el Crucificado con solamente convertirlos en “mitos”, es decir, en símbolos de lo divino que ES lo humano, como dijo el gran escritor español Unamurri... y yo mismo hace un momento, en otro sentido. De vosotros no sé; de mí sé decir que no hay descanso para mí, fuera de la muerte, mientras esta abominación subsista…”
[1] “Pero el Señor Jesús no nos salvará por la política”
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