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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

28 de marzo de 2009

Esencia de la Herejía Progresista (1)




por el R.P. Fr. Alberto García Vieyra, O.P.

Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981







NUESTRO TEMA



n rigor, el tema pedido y que nos toca desarrollar es: La posición del Progresismo Católico en el cuadro de los pecados contra la fe.
En verdad, el tema desborda el Progresismo Católico como movimiento político-social. Procúrase la explicación de algo más amplio, que llamaríamos las raíces teológico-filosóficas del mismo movimiento, presentado como búsqueda de adaptación de la Iglesia al mundo contemporáneo. Aquellas raíces han llegado a nutrirse con la savia malsana de la Teología Nueva, oscureciendo en lo posible la Teología auténtica y la fisonomía espiritual de la Esposa de Jesucristo.
Algún lugar debe ocupar este movimiento de adaptación, "aggiornamiento" y teología historicista entre los pecados contra la fe; tiene en su haber la muerte espiritual de muchos hermanos nuestros en el sacerdocio y fuera de él; tiene en su haber la agonía de un catolicismo vigoroso, incapaz de enfrentar las insolencias del error contra la Iglesia Católica y aun contra la catequesis más elemental.
El problema actual de este movimiento(1) es identificar o confundir: lo sagrado y lo profano; lo natural y lo sobrenatural; la Iglesia y el mundo; la Teología reducida o sustituida por una antropología naturalista; la concepción de un Dios lejano que no interviene en el mundo del hombre. Todo esto está en pugna con la teología católica y las enseñanzas auténticas de la Iglesia. Para aclarar digamos: el hombre se vuelve cristiano por el carácter sacramental del bautismo; buen cristiano por la gracia santificante y las virtudes infusas.
El problema actual de lo sagrado y lo profano, de la Iglesia y el mundo, etcétera, no puede resolverse en un problema de tensiones entre sagrado-profano, Iglesia-mundo (Schillebeeckx-Metz); o bien por el grado mayor o menor de autonomía de hombres o instituciones con respecto a la fe o a la religión; tampoco es problema para ser resuelto por las circunstancias históricas. Por eso es menester destacar el carácter de cristiano que el hombre recibe en el bautismo; por el cual deja el paganismo para entrar en el mundo nuevo de la fe.
Para la nueva iglesia, para la iglesia del progresismo católico, el hombre nace cristiano o semi-cristiano; para la Iglesia Católica, el hombre nace pagano; y en el acto del bautismo recibe el carácter y la gracia de cristiano.
Se ha buscado una teología que justifique la adaptación de la Iglesia al mundo, de lo sobrenatural a lo natural, que ha abierto los caminos a los pecados contra la fe, a la herejía y a la apostasía; por lo menos, propone una "renovación de la vida religiosa" (como en las publicaciones CLAR), que conduce al abandono de la vida religiosa.
La teología "buscada" tiene, por lo menos, muchas afinidades con la de Miguel du Bay (Bayo) condenado por San Pío V el 1 de octubre de 1567.


LA FE Y LOS PECADOS CONTRA LA FE

La teología es siempre una explicación de la Fe; no es per prius una explicación de los acomodos entre la fe y el mundo. En la búsqueda afanosa de adaptación, podemos desvincular nuestra teología de su objetivo propio que es explicar el contenido de la fe, o sea lo revelado. Entonces el contenido de la fe queda relegado a segundo plano y en vías de desaparecer.
La trascendencia de la fe nos explica la importancia de los pecados contra le fe.
La fe es lo primero que pedimos al acercarnos, en nombre propio o de otro, a la pila del agua bautismal. ¿Qué pides a la Iglesia de Dios?; responde: la fe; la fe ¿qué te ofrece? La vida eterna. La vida eterna viene prometida a la fe sobrenatural del creyente. Efectivamente, la práctica de la liturgia bautismal tiene buenas razones. Sin la fe es imposible agradar a Dios, dice San Pablo (Heb. 11,6). El concilio de Trento comenta estas palabras inspiradas: "Somos justificados por la fe porque la fe es el principio de la humana salvación, el fundamento y la raíz de toda justificación" (Decreto sobre la justificación, c.8; Dz. 201 ).(2)

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