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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

15 de mayo de 2009

15 de mayo, Festividad de San Juan Bautista de La Salle, Confesor








s el 17 de enero de 1667. En la insigne catedral de Reims hay el revuelo propio de una gran fiesta. Un jovencito, de apenas dieciséis años, pero perteneciente a una de las más ilustres familias de la ciudad, la de La Salle, toma posesión de su silla en el coro: la número 21. Podernos imaginarnos la impresionante ceremonia sabiendo que entonces el Cabildo contaba, a más de cincuenta y seis canónigos, sesenta y un capellanes, cuatro sacerdotes y cuatro sacristanes. Tenía a su frente ocho dignidades. Y hasta 1789, época de la que poseemos un cálculo hecho, treinta y uno de sus miembros habían sido obispos, veintiuno cardenales y cuatro habían llegado a la Sede de San Pedro: Silvestre II, Urbano II, Adriano IV y Adriano V.


Extraños los caminos de la Providencia. El año anterior, el día de Pascua, Pierre Docez, arcediano de Champagne, la segunda de las dignidades del Cabildo, había asistido a una velada en el colegio Des Bons Enfants y había quedado prendado de la modestia, la discreción y el ingenio de aquel jovencito, Juan Bautista, lejano pariente suyo. En vista de esto decidió resignar en su favor la canonjía. Y así lo hizo. De esta manera Juan Bautista de la Salle se incorporó al Cabildo.

Poseemos un retrato hecho en esta época. El joven tiene un aire de seriedad y nobleza; la mirada profunda; una boca bien formada y enérgica; una amplia melena negra, partida por gala en dos; está revestido de la sobrepelliz, el bonete, el armiño... Causa una impresión agradable, pero nadie diría, ni él mismo se atrevería a sospechar, los designios que Dios tenía sobre él. Mientras llega la hora el joven canónigo ha de continuar sus estudios. Y lo hace en el seno de su familia, auténtica y sólidamente cristiana. La mitad de sus hermanos abrazarán el estado sacerdotal o religioso. El mismo, pese a su juventud, se constituye en un modelo "de regularidad, de modestia y de candor para sus compañeros de Cabildo.
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