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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

11 de mayo de 2009

Desacralización de la Liturgia




por el R.P. Alfredo SÁENZ, S.J.



Tomado de La Quimera del Progresismo,
Colección Clásicos Contrarrevolucionarios,
Buenos Aires, 1981







El artículo 7 de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia dice que "toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sacra por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia". Si la liturgia es "acción sagrada por excelencia", la desacralización de la liturgia sería en estricta consecuencia, la destrucción simple y llana de la misma, así como el atentado supremo contra lo sagrado.
Vamos a dividir nuestra exposición en tres partes. En primer lugar, expondremos de manera sucinta lo qué es la liturgia. Luego analizaremos lo que quiere decir sagrado: el concepto de lo sacro. Y, finalmente, describiremos las principales desacralizaciones que en nuestro tiempo están afectando el ámbito sagrado de la liturgia.

I. QUÉ ES LA LITURGIA

En toda acción litúrgica encontramos tres elementos esenciales:

— signos sensibles, instituidos por Cristo o por la Iglesia;
— tales signos son eficaces de lo que significan
— y ordenados a la santificación de los hombres y a la glorificación de Dios.

A estos tres puntos sustanciales de toda auténtica liturgia aluden expresamente las palabras del Concilio en el mismo art. 7, donde se dice que "en la liturgia los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Cristo, es decir la Cabeza y los miembros, ejerce el culto público íntegro". Y el art. 10 concluye de manera semejante: "Por tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia, como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia la santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienen como a su fin".
Es decir que en la liturgia Dios santifica a la Iglesia y la Iglesia glorifica a Dios. Todo ello por medio de Cristo. El culto de la Iglesia no es otra cosa que la participación de la Iglesia en el culto que Cristo, como Cabeza del Cuerpo, rinde a Dios, en el ejercicio de su sacerdocio continuado en, por y con la Iglesia.
Reuniendo todos esos elementos, el P. Vagaggini define la liturgia como "el conjunto de signos sensibles de cosas sagradas, instituídos por Cristo o por la Iglesia, eficaces, cada uno a su modo, de aquello que significan, y por los cuales el Padre por medio de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en la presencia del Espíritu Santo, uniéndose a Cristo, su Cabeza y Sacerdote, por su medio rinde como cuerpo culto a Dios". Definición kilométrica, sin duda, pero no por ello menos jugosa. Por eliminación de lo prescindible, podríamos quedarnos con esta breve definición: "la liturgia es el conjunto de signos sensibles y eficaces de la santificación y del culto de la Iglesia".

Cristo mismo fue una "liturgia viva". Porque en Él se conjugan maravillosamente la santificación de su naturaleza humana y el culto que como hombre tributaba a Dios Padre. Según enseña Santo Tomás, en la santificación es Dios quien mira al hombre, y en la glorificación es el hombre el que mira a Dios. Pues bien, en Cristo hay una íntima compenetración de lo divino y de lo humano, de la acción divina que santifica y de la respuesta humana que glorifica. Este doble acto: santificación y glorificación, acaece en toda celebración litúrgica. En algunos sacramentos, es cierto, predomina más el aspecto santificante; en otros, el glorificante. Pero en todos coexisten ambos elementos. La Eucaristía, que constituye como la plenitud de todos los sacramentos, es el ápice de la santificación del hombre y de la glorificación de Dios. Por eso la Misa es el centro de toda la liturgia.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

No funciona hacer click sobre la imagen del autor. El artículo no aparece.

Cruzamante dijo...

Rehecho el enlace, espero que le funcione, ya que con el anterior yo podía entrar.
Un Abrazo en Xto Rey
Cruzamante.