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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

11 de mayo de 2009

Id a Tomás. Principios fundamentales del pensamiento de Santo Tomás (19)




por Eudaldo Forment


Tomado de Gratis Date

19

La emanación vital




esde esta comprensión de los grados de perfección de la escala de los entes, Santo Tomás ofreció una metafísica de la vida, que se encuentra expuesta sintéticamente en dos textos. En el primero, el capítulo 11 del libro IV de la Summa contra Gentiles, sitúa los distintos entes según la perfección de sus operaciones.

Para su profunda comprensión, es útil tener en cuenta esta observación sobre la bondad de la operación, señalada en el siguiente pasaje de la Suma:

«El primer ser de las cosas es el ser substancial por el que decimos que las cosas son entes en sentido absoluto y buenas de algún modo. En cambio, cuando se las considera en posesión de su último acto, decimos que son buenas en sentido absoluto y entes de alguna manera» (STh I, 5, 1, ad 1).

El ser substancial, por el que el ente es en acto, no confiere las últimas perfecciones del ente, que son accidentales. De ahí que el ente substancial no puede denominarse ente bueno de modo absoluto, sino de alguna manera, la de la substancia. En cambio, el ente finito puede denominarse bueno absolutamente en cuanto perfeccionado por los accidentes, actos últimos.

A esta perfección última, que se adquiere al obrar, se tiende por la propia naturaleza.

«De la forma se deriva la inclinación al fin, a la acción y a otras cosas, porque los entes que están en acto obran y tienden a lo que les es provechoso con arreglo a su forma» (STh I, 5, 5 in c.).

Estos agentes imperfectos obran en razón de su imperfección entitativa para remediarla. De manera que puede decirse, con el Aquinate, que

«hay algunos agentes que simultáneamente obran y reciben los cuales son agentes imperfectos. A estos les compete el que aún al obrar ellos intenten adquirir algo» (STh I, 44, 4 in c.).

Esta última indicación se explica, porque se concibe la operación en cuanto tal como ordenada a difundir la propia perfección. La imperfección de la criatura es la que hace que esté dirigida a la perfección propia del sujeto que obra. Por ello, advierte el Aquinate:

«La inclinación de las cosas naturales es doble: a ser movida y a obrar. La inclinación de su naturaleza a ser movida es inclinación encorvada en sí misma (...), pero la inclinación de su naturaleza a obrar no es encorvada en sí misma (...), sino que busca el bien de lo generado, que es su forma, y además el bien común, que es la conservación de la especie» (Quodlibet, I, q. 4, a. 8, ad 3).

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