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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de mayo de 2009

El Comunismo en la Revolución Anticristiana (4)






Por el R.P. Julio Meinvielle




CAPÍTULO III



EL COMUNISMO, ÚLTIMA ETAPA DE LA REVOLUCIÓN ANTICRISTIANA




emos señalado los cuatro valores esenciales que debe encerrar una civilización si quiere ser perfectiva del hombre y resultarle beneficiosa. Hemos visto también como se ha venido efectuando, bajo la Revolución Anticristiana que tiene como agente responsable al mismo Satanás, un proceso regresivo en que se les ha arrebatado a los antiguos pueblos católicos uno tras otro, cada uno de estos valores hasta sumirlos en esta postración que desemboca en el comunismo.

Corresponde ahora que, en función de los valores que perfeccionan al hombre, examinemos el comunismo enseñado por Marx y llevado a la práctica por la actual revolución comunista mundial.

El comunismo, heredero histórico de las dos Revoluciones, agudiza sus consecuencias aun en el plano en que éstas se efectuaron. Porque el comunismo es una revolución contra la verdadera autoridad religiosa y aun contra toda religión. Para él, la religión es una alienación del hombre, una perdición, una frustración. La religión es el opio del pueblo, enseña Marx.

En Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, en 1844, Marx escribe: “La religión es la autoconciencia y el autosentimiento del hombre que aún no se ha adquirido a sí mismo, o que ha vuelto a perderse”... “La miseria religiosa es la expresión de la miseria real, y por otra parte, la protesta por la miseria real”.

Pero la religión no sólo es inútil; es positivamente mala, porque es destructora del hombre. La dialéctica de la oposición entre Dios y el hombre, está alimentando todo el pensamiento de Marx. Si Dios existe y es Creador del hombre, entonces no puede existir el hombre y menos ser creador de sí mismo. Porque lo que uno es y tiene, lo es y lo tiene a costa del otro. Pero como el hombre existe, y es creador de su propia historia, luego Dios no existe ni es creador del hombre.

Cuando el hombre recurre a Dios lo hace determinado por una debilidad, una pérdida de sí mismo que le lleva a transferir imaginativamente en un superhombre los atributos que a él le faltan. Esa transferencia imaginativa no hace sino trabar el esfuerzo que el hombre debe emplear en su propia autocreación.
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