por Nicolás Berdiaev
LA HISTORIA CELESTE
El tiempo y la eternidad
El tiempo y la eternidad
a cuestión fundamental, el supuesto fundamental de toda filosofía de la historia es, sin duda alguna, la cuestión del tiempo y de su naturaleza, pues la historia es un proceso que se desarrolla en el tiempo, un movimiento, un devenir temporal. Por eso el significado que se atribuye a la historia va directamente ligado al que atribuimos al tiempo. ¿Tiene el tiempo un significado metafísico? ¿Está ligado a algo esencial que llega hasta el núcleo más profundo del ser, o es simplemente una forma y una condición del mundo fenoménico? ¿Está ligado el tiempo al ser auténtico o es sólo fenomenológico, es decir, vinculado al fenómeno y, por consiguiente, exterior a la esencia más profunda del ser? Toda metafísica que vea en lo «histórico» algo esencial para la profundidad del ser ha de admitir el significado ontológico del tiempo, esto es, la tesis según la cual el tiempo guarda una relación esencial con la profundidad misma del ser. Nos enfrentamos, pues, con el problema de las relaciones entre el tiempo y la eternidad. Parece como si entre ambos hubiese una contraposición inconciliable y fuese imposible establecer entre ellos cualquier vínculo. El tiempo es como una negación de la eternidad, un estado que no hunde sus raíces en la vida eterna; éste es uno de los puntos de vista sobre el tiempo. ¿O bien el tiempo se halla quizá sumergido en la eternidad y está ligado a ella?
Esta es la cuestión que llevamos entre manos, que consideramos central para la metafísica de la historia y que es el supuesto esencial para toda comprensión del proceso histórico. Esto nos lleva a admitir que existen algo así como dos tipos de tiempo: el malo y el bueno, el verdadero y el falso. Hay un tiempo corrompido y un tiempo profundo, el cual participa de la eternidad y en el que no hay corrupción. Esta es la cuestión que divide a las diferentes corrientes filosóficas.
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