por el R.P. Gustavo Podestá
Tomado de Catecismo
Blancura de los astros, que proviene de la superficie candente de sus gases ionizados, hidrógeno y helio, su fotósfera, con temperaturas que van de los cuatro mil a los nueve mil grados.
El rayo, -el fulgurum, el astrapé- es algo más modesto: aunque la diferencia de potencial entre las nubes y el suelo alcance el valor de algunos millones de voltios y saltan chispas de varios miles de amperios de intensidad, como solo duran algunas milésimas de segundo, la cantidad de electricidad producida es muy pequeña y las temperaturas que provocan a su paso no superan los mil grados y por brevísimo tiempo...
Las enormes temperaturas del sol, nuestro astro cercano, como las del resto de las estrellas, son producidas por un proceso de reacción nuclear autocontrolada, descrita por el premio Nobel de la física del 67, Hans Albert Bethe, en donde a razón de 4,5 millones de toneladas por segundo 4 átomos de H se transforman en dos de helio, liberando una lluvia de neutrinos y cantidades fabulosas de energía en forma de fotones.
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