por D. Víctor Pradera
Tomado de Obras Completas de Víctor Pradera,
T I, págs. 64-73
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1945
Soberanía nacional. La Nación es soberana.
a Nación no tiene superior en su género; la evolución de la personalidad social lo ha puesto de manifiesto. Su fin es el destino humano temporal; quedó indubitablemente demostrado. Y la soberanía consiste, precisamente, en la concurrencia de ambas notas; independencia en cuanto a la persona y plenitud en el género del fin. El fárrago doctrinal con que se ha pretendido esclarecer aquel concepto, tanto por las escuelas alemanas como por las francesas, no ha conducido sino a su total oscurecimiento y a la confusión de las relaciones que ligan a la Nación y al Estado.
Apartemos de nosotros las logomaquias, y volvamos a la claridad de la vieja Filosofía. O soberanía es un atributo de superioridad y de plenitud, o no habrá alquimia intelectual que la produzca. O es la Nación—en el orden social—la entidad soberana, o no cabe la aplicación del término a aquel orden. La Nación, pues, es soberana; y en consecuencia, existe la soberanía nacional.
Y que nadie se asombre de estas palabras trazadas por quien constantemente viene cifrando el error político en Juan Jacobo Rousseau. Además de la realidad conocida filosóficamente con la denominación expresada, existe el mito a que, se ha dado por la Revolución el mismo nombre. Muchos de sus errores arraigaron en el mundo porque, con engaño, los hizo circular bajo viejas palabras.
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