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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

31 de octubre de 2008

Aborto, la ciencia y la conciencia


Tomado de ForumLibertas


El pasado 13 de agosto, el diario argentino La Nación publicaba un artículo de opinión firmado por Daniel Díez, director de Comunicación Institucional de la Universidad Austral, con el título Aborto, la ciencia y la conciencia.

En ese artículo, Díez hacía una ‘radiografía’ del proceso de cambio experimentado con el paso del tiempo por Bernard Nathanson, el llamado padre del aborto en Estados Unidos.


Nathanson pasó de dirigir la mayor clínica abortista estadounidense y de supervisar y practicar miles de abortos a convertirse a finales de los años setenta en un firme defensor de la vida humana y afirmar con rotundidad la siguiente frase. “No tengo remilgos en emplear esta palabra: el aborto es un crimen”.


Por su interés, reproducimos íntegramente a continuación el artículo de Daniel Díez.


Aborto, la ciencia y la conciencia


“Conozco lo referente al aborto como quizá ningún otro. Conozco cada faceta del aborto. Fui uno de los que lo hizo nacer. Ayudé a que creciera la criatura en su infancia alimentándola de grandes dosis de sangre y dinero… El aborto se ha convertido en un monstruo, un gargantúa tan inimaginable que sólo pensar en volver a encerrarlo en su jaula –después de haber engordado con los cuerpos de treinta millones de seres humanos- supera toda expectativa razonable. Y sin embargo ésa es nuestra misión: una tarea hercúlea”.


Estas palabras, contenidas en su autobiografía, pertenecen al doctor Bernard Nathanson, el llamado padre del aborto en Estados Unidos. Y tiene sobrados méritos para tal calificativo. Él mismo lo cuenta: “Dirigí la mayor clínica abortista de los Estados Unidos, y como director supervisé decenas de miles de abortos. Yo mismo he practicado miles de ellos”.


Con crudeza reconoce: “He dirigido personalmente 75.000 abortos. He realizado el aborto de mi propio hijo. He abortado los hijos no nacidos de amigos, colegas, conocidos e incluso profesores. Y nunca hubo ni una brizna de duda, ni la más mínima vacilación de la convicción suprema de que estaba haciendo un servicio de primer orden a quien me lo solicitaba”.


Si algo queda claro en Nathanson es que tiene autoridad para hablar y resulta una fuente inevitable a consultar por los legisladores, tanto diputados como senadores, que actualmente tratan en diferentes comisiones numerosos proyectos relativos al aborto (este año ingresaron siete proyectos en diputados y uno en senadores).

Nathanson es un referente ineludible en el tema: por ejemplo, para contar cuáles eran las estrategias de las cuales se sirvieron para introducir el aborto en Estados Unidos: “Nuestra línea de conducta favorita era achacar a la Iglesia cada muerte producida por abortos caseros. Se daban cada año unas trescientas muertes por abortos delictivos en los años sesenta en Estados Unidos, pero NARAL (asociación pro aborto) y sus notas de prensa afirmaban tener datos que apoyaban la cifra de cinco mil”.


El paso del tiempo y los avances científicos modificaron la postura del doctor Nathanson: comenzó a advertir que lo que él “operaba” no era un conjunto de células cualquiera, sino un verdadero ser humano.


En 1974 declaró: “Ya no quedan dudas en mi cabeza de que la vida humana existe en el vientre desde el comienzo mismo del embarazo, a pesar del hecho de que la naturaleza de la vida intrauterina haya sido objeto de considerable discusión en el pasado. Esta es una declaración que ahora, veinte años después, debe ser corregida por la nueva información de que disponemos sobre la genética y la reproducción asistida. Si lo escribiera hoy, tendría que afirmar que la vida humana comienza antes incluso, con el complejo proceso de la fecundación, un milagro de la química, física y biología molecular que tiene lugar en la trompa de Falopio. Cuando el óvulo fecundado, que ya se ha dividido y ha empezado a organizarse, llega al útero, la vida está presente por lo menos desde hace tres días”.

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