por S.E.R. Cardenal Rafael Merry del Val
IMPRESIONES DE HOMBRES DE ESTADO SOBRE PÍO X
Todos saben que el príncipe von Bulow, al retirarse de la Cancillería del Imperio alemán, acostumbrada pasar los inviernos y primaveras en Roma, donde poseía la "Villa Malta". Nunca dejaba de solicitar audiencia con el Santo Padre, tanto a su llegada como al abandonar la Ciudad Eterna. Siempre le conmovían hondamente estas entrevistas con Pío X, y después de sus audiencias me expresaba invariablemente su admiración por Su Santidad, que le había sorprendido, una vez más, con la sagacidad de sus observaciones y la exactitud de sus juicios sobre hombres y cosas. En diversas ocasiones le oí comentar su entrevista con las siguientes palabras: "Todo lo que me ha dicho Su Santidad es verdadero y justo. He conocido a muchos monarcas y jefes de Estado, pero raras veces he visto en ellos esa percepción tan notable de la naturaleza humana y ese conocimiento que Su Santidad posee de las fuerzas que gobiernan al mundo y a la sociedad moderna."
Me habían informado, con carácter confidencial, que el príncipe von Bulow era opuesto a la gran guerra y a las normas políticas que habían de llevar, irremisiblemente, a la conflagración; no estoy en condiciones de afirmar si esto era o no cierto; lo que sí puedo asegurar sin vacilación es que ni el príncipe ni otras personas obtuvieron jamás una sola palabra salida de los labios de Pío X para favorecer o justificar la tendencia de provocar una agresión o el empleo de la violencia. El Santo Padre hubiera derramado gustoso su propia sangre para evitar el horrendo conflicto y proteger a la Humanidad de los innumerables sufrimientos de la guerra.
Emilio Olivier, el distinguido político francés, que tuvo ocasión de conversar ampliamente con el Santo Padre en los primeros días de su pontificado, expresaba su opinión en términos casi idénticos, y al terminar su audiencia pronunció las siguientes palabras, reproducidas en la prensa. "No tiene la majestad oficial de León XIII, pero posee la que brota de una amabilidad y bondad irresistibles. Lo que más me ha sorprendido ha sido el don de su inteligencia superior, plena de claridad, lucidez y precisión "Sabe escuchar maravillosamente, entiende a la perfección cuanto se le quiere decir y afronta sin vacilación el punto decisivo o delicado de la cuestión, que él resume con palabras breves y concisas, sin fantasías ni divagaciones, con un enorme sentido de realidad y abarcando en un instante lo que es factible y lo que no. "Aún más que su inteligencia, me ha llamado la atención en Pío X su valentía. Posee un valor auténtico, suave, amable, sin jactancia. No es capaz de elevar la voz para decir non possumus; pero si se ve forzado a hacerlo, lo hará con voz mesurada y se mantendrá inflexible. "Si surgieran circunstancias difíciles, podréis esperar de él grandes cosas, y si la ocasión lo requiere, sabrá ser, a la vez, héroe y santo."
El conde Goluchowski, el conde Sturza, sir Wilfrid Laurier, Mr John Redmond y otros eminentes políticos y hombres deEstado, tanto de Europa como de América, no fueron menos explícitos en manifestar una estimación semejante, refiriéndose a las cualidades y al carácter del Pontífice.
El Arzobispo Bignami, de Siracusa (Sicilia), recientemente fallecido, me visitó, en diciembre de 1917, para relatarme una larga conversación celebrada pocos días antes con uno de los ministros de Italia más conocidos, entonces en el Poder, a quien, casualmente, había encontrado en el curso de un viaje por la isla. Este distinguido miembro del Gobierno, después de expresarse con elocuencia sobre los merecimientos y éxitos del Papa Pío X, no vaciló en declarar que, en su opinión, el sentimiento general de la bondad del Santo Padre había inducido a muchos a pasar por alto otras cualidades sobresalientes que consideraba situaban merecidamente a Pío X entre los más grandes Pontífices de la Iglesia católica.
"El mismo —añadió— no había tenido nunca ocasión de tratar a su Santidad, y por tanto, no había experimentado personalmente el encanto de su bondad, pero le juzgaba por sus actos, que en muchas circunstancias había tenido personalmente ocasión de apreciar"
Tomé nota por escrito de estas afirmaciones que procedían de los labios de Monseñor Bignami.
Me habían informado, con carácter confidencial, que el príncipe von Bulow era opuesto a la gran guerra y a las normas políticas que habían de llevar, irremisiblemente, a la conflagración; no estoy en condiciones de afirmar si esto era o no cierto; lo que sí puedo asegurar sin vacilación es que ni el príncipe ni otras personas obtuvieron jamás una sola palabra salida de los labios de Pío X para favorecer o justificar la tendencia de provocar una agresión o el empleo de la violencia. El Santo Padre hubiera derramado gustoso su propia sangre para evitar el horrendo conflicto y proteger a la Humanidad de los innumerables sufrimientos de la guerra.
Emilio Olivier, el distinguido político francés, que tuvo ocasión de conversar ampliamente con el Santo Padre en los primeros días de su pontificado, expresaba su opinión en términos casi idénticos, y al terminar su audiencia pronunció las siguientes palabras, reproducidas en la prensa. "No tiene la majestad oficial de León XIII, pero posee la que brota de una amabilidad y bondad irresistibles. Lo que más me ha sorprendido ha sido el don de su inteligencia superior, plena de claridad, lucidez y precisión "Sabe escuchar maravillosamente, entiende a la perfección cuanto se le quiere decir y afronta sin vacilación el punto decisivo o delicado de la cuestión, que él resume con palabras breves y concisas, sin fantasías ni divagaciones, con un enorme sentido de realidad y abarcando en un instante lo que es factible y lo que no. "Aún más que su inteligencia, me ha llamado la atención en Pío X su valentía. Posee un valor auténtico, suave, amable, sin jactancia. No es capaz de elevar la voz para decir non possumus; pero si se ve forzado a hacerlo, lo hará con voz mesurada y se mantendrá inflexible. "Si surgieran circunstancias difíciles, podréis esperar de él grandes cosas, y si la ocasión lo requiere, sabrá ser, a la vez, héroe y santo."
El conde Goluchowski, el conde Sturza, sir Wilfrid Laurier, Mr John Redmond y otros eminentes políticos y hombres deEstado, tanto de Europa como de América, no fueron menos explícitos en manifestar una estimación semejante, refiriéndose a las cualidades y al carácter del Pontífice.
El Arzobispo Bignami, de Siracusa (Sicilia), recientemente fallecido, me visitó, en diciembre de 1917, para relatarme una larga conversación celebrada pocos días antes con uno de los ministros de Italia más conocidos, entonces en el Poder, a quien, casualmente, había encontrado en el curso de un viaje por la isla. Este distinguido miembro del Gobierno, después de expresarse con elocuencia sobre los merecimientos y éxitos del Papa Pío X, no vaciló en declarar que, en su opinión, el sentimiento general de la bondad del Santo Padre había inducido a muchos a pasar por alto otras cualidades sobresalientes que consideraba situaban merecidamente a Pío X entre los más grandes Pontífices de la Iglesia católica.
"El mismo —añadió— no había tenido nunca ocasión de tratar a su Santidad, y por tanto, no había experimentado personalmente el encanto de su bondad, pero le juzgaba por sus actos, que en muchas circunstancias había tenido personalmente ocasión de apreciar"
Tomé nota por escrito de estas afirmaciones que procedían de los labios de Monseñor Bignami.
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