Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

28 de octubre de 2008

El Papa San Pío X: Memorias (5)


por S.E.R. Cardenal Rafael Merry del Val



IMPRESIONES DE HOMBRES DE ESTADO SOBRE PÍO X




Todos saben que el príncipe von Bulow, al retirarse de la Cancillería del Imperio alemán, acostumbrada pasar los inviernos y primaveras en Roma, donde poseía la "Villa Mal­ta". Nunca dejaba de solicitar audiencia con el Santo Padre, tanto a su llegada como al abandonar la Ciudad Eterna. Siem­pre le conmovían hondamente estas entrevistas con Pío X, y después de sus audiencias me expresaba invariablemente su admiración por Su Santidad, que le había sorprendido, una vez más, con la sagacidad de sus observaciones y la exactitud de sus juicios sobre hombres y cosas. En diversas ocasiones le oí comentar su entrevista con las siguientes palabras: "Todo lo que me ha dicho Su Santidad es verdadero y justo. He co­nocido a muchos monarcas y jefes de Estado, pero raras ve­ces he visto en ellos esa percepción tan notable de la natura­leza humana y ese conocimiento que Su Santidad posee de las fuerzas que gobiernan al mundo y a la sociedad moder­na."

Me habían informado, con carácter confidencial, que el príncipe von Bulow era opuesto a la gran guerra y a las nor­mas políticas que habían de llevar, irremisiblemente, a la con­flagración; no estoy en condiciones de afirmar si esto era o no cierto; lo que sí puedo asegurar sin vacilación es que ni el príncipe ni otras personas obtuvieron jamás una sola palabra salida de los labios de Pío X para favorecer o justificar la ten­dencia de provocar una agresión o el empleo de la violencia. El Santo Padre hubiera derramado gustoso su propia sangre para evitar el horrendo conflicto y proteger a la Humanidad de los innumerables sufrimientos de la guerra.

Emilio Olivier, el distinguido político francés, que tuvo ocasión de conversar ampliamente con el Santo Padre en los primeros días de su pontificado, expresaba su opinión en tér­minos casi idénticos, y al terminar su audiencia pronunció las siguientes palabras, reproducidas en la prensa. "No tiene la majestad oficial de León XIII, pero posee la que brota de una amabilidad y bondad irresistibles. Lo que más me ha sorprendido ha sido el don de su inteligencia su­perior, plena de claridad, lucidez y precisión "Sabe escuchar maravillosamente, entiende a la perfección cuanto se le quiere decir y afronta sin vacilación el punto decisivo o delicado de la cuestión, que él resume con pala­bras breves y concisas, sin fantasías ni divagaciones, con un enorme sentido de realidad y abarcando en un instante lo que es factible y lo que no. "Aún más que su inteligencia, me ha llamado la atención en Pío X su valentía. Posee un valor auténtico, suave, amable, sin jactancia. No es capaz de elevar la voz para decir non possumus; pero si se ve forzado a hacerlo, lo hará con voz mesurada y se mantendrá inflexible. "Si surgieran circunstancias difíciles, podréis esperar de él grandes cosas, y si la ocasión lo requiere, sabrá ser, a la vez, héroe y santo."

El conde Goluchowski, el conde Sturza, sir Wilfrid Laurier, Mr John Redmond y otros eminentes políticos y hombres deEstado, tanto de Europa como de América, no fueron menos explícitos en manifestar una estimación semejante, refirién­dose a las cualidades y al carácter del Pontífice.

El Arzobispo Bignami, de Siracusa (Sicilia), recientemente fallecido, me visitó, en diciembre de 1917, para relatarme una larga conversación celebrada pocos días antes con uno de los ministros de Italia más conocidos, entonces en el Po­der, a quien, casualmente, había encontrado en el curso de un viaje por la isla. Este distinguido miembro del Gobierno, después de expresarse con elocuencia sobre los merecimien­tos y éxitos del Papa Pío X, no vaciló en declarar que, en su opinión, el sentimiento general de la bondad del Santo Padre había inducido a muchos a pasar por alto otras cualidades sobresalientes que consideraba situaban merecidamente a Pío X entre los más grandes Pontífices de la Iglesia católica.

"El mismo —añadió— no había tenido nunca ocasión de tratar a su Santidad, y por tanto, no había experimentado personal­mente el encanto de su bondad, pero le juzgaba por sus actos, que en muchas circunstancias había tenido personalmente ocasión de apreciar"

Tomé nota por escrito de estas afirmaciones que proce­dían de los labios de Monseñor Bignami.

0 comentarios: