por Gilbert K. Chesterton
X. De sandalias y simplicidad
La gran desgracia del pueblo inglés moderno no es que sea más fanfarrón que cualquier otro pueblo (que no lo es); es que lo es acerca cosas sobre las que no puede serlo si no quiere perderlas. Un francés puede sentirse orgulloso por ser atrevido y lógico, sin dejar por ello de ser atrevido y lógico. Un alemán puede sentirse orgulloso por ser reflexivo y ordenado sin dejar por ello de ser reflexivo y ordenado. Pero un inglés no puede sentirse orgulloso por ser simple y directo sin dejar de ser simple y directo. En relación con estas extrañas virtudes, conocerlas es matarlas. Un hombre puede ser consciente de su heroísmo, o ser consciente de su divinidad, pero no puede (a pesar de todos los poetas anglosajones) ser consciente de su inconsciencia.
No creo que pueda negarse sinceramente que cierta parte de esta imposibilidad se vincula con algo que es muy distinto (en su propia opinión al menos) de la escuela del anglosajonismo. Me refiero a esa escuela de la vida simple, que generalmente se asocia a Tolstói. Si hablar sin cesar de nuestra propia robustez nos lleva a ser menos robustos, todavía es más cierto que hablar sin cesar de nuestra propia simplicidad nos hace menos simples.
Una gran queja, creo yo, debe formularse contra los defensores de la vida simple; la vida simple en todas sus variadas formas, desde el vegetarianismo hasta la honorable coherencia de los dujobores. Esta queja contra ellos se basa en que nos llevarían a ser simples en cosas que no importan, pero complejos en las cosas importantes.
****
Para leer el artículo completo haga click sobre la imagen.
0 comentarios:
Publicar un comentario