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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

1 de octubre de 2008

Imitación de Cristo (3)



4.- De la prudencia en las acciones

1. No se debe dar crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu; mas con prudencia y espacio se deben, según Dios, examinar las cosas. ¡Oh dolor! Muchas veces se cree y se dice más fácilmente del prójimo el mal que el bien ¡Tan flacos somos! Mas los varones perfectos no creen de ligero cualquier cosa que les cuentan, porque saben ser la flaqueza humana presta al mal y muy deleznable en las palabras.

2. Gran sabiduría es no ser el hombre inconsiderado en lo que ha de hacer, ni porfiado en su propio sentir. A esta sabiduría también pertenece no creer a cualesquiera palabras de hombres, ni decir luego a los otros lo que oye o cree. Toma consejo del hombre sabio y de buena conciencia; y apetece más ser enseñado de otro mejor, que seguir tu parecer. La buena vida hace al hombre sabio, según Dios, y experimentado en muchas cosas. Cuanto alguno fuere más humilde en sí y más sujeto a Dios, tanto será más sabio y sosegado en todo.

5.- De la lección de las Santas Escrituras

1. En las Santas Escrituras se debe buscar la verdad, no la elocuencia. Toda la Escritura santa se debe leer con el espíritu que se hizo. Más debemos buscar el provecho en la Escritura que no la sutileza de palabras. De tan buena gana debemos leer los libros sencillos y devotos como los sublimes y profundos. No te mueva la autoridad del que escribe si es de pequeña o grande ciencia; mas convídete a leer el amor de la pura verdad. No mires quién lo ha dicho, mas atiende qué tal es lo que se dijo. Los hombres pasan; mas la verdad del Señor permanece para siempre (Salmo ll6, 2).

2. De diversas maneras nos habla Dios sin acepción de personas. Nuestra curiosidad nos impide muchas veces el provecho que se saca en leer las escrituras, cuando queremos entender y escudriñar lo que llanamente se debía pasar. Si quieres aprovechar, lee con humildad fiel y sencillamente, y nunca desees nombre de letrado. Pregunta de buena voluntad y oye callado las palabras de los Santos; y no te desagraden las sentencias de los viejos, porque no las dice sin causa.

6.- De los deseos desordenados

1. Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el sosiego.
El soberbio y el avariento nunca están quietos; el pobre y el humilde de espíritu viven en mucha paz.
El hombre que no es perfectamente mortificado en sí, presto es tentado y vencido de cosas pequeñas y viles.
El flaco de espíritu y que aún está inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos.
Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le contradice.
Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia; porque siguió a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que busca.
En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.
No hay, pues, paz en el corazón del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior, sino en el que es fervoroso y espiritual.

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