por el R.P. Raimondo Sorgia, O.P.
1. Carta abierta al lector
Hablar de la misteriosa realidad que es la Sábana Santa supone adentrarse en un tema apasionante, en un gran problema.
Los adultos probablemente habrán visto u oído hablar de las imágenes de la Sábana de Turín, sobre todo desde que en 1973 se transmitiera por Eurovisión su imagen, y posteriormente el documental que compraron y retransmitieron las cadenas de televisión de muchos países. Imagino que también muchos jóvenes saben algo sobre la Sábana, porque desde hace tiempo periódicos y revistas le han dedicado títulos, artículos y fotografías, especialmente con ocasión de su ostensión desde agosto hasta octubre del año 2000. Quizás algunos lectores hayan tenido ocasión de visitar la Sábana Santa y la exposición organizada con tal motivo en Turín en estas fechas. En todo esto radica una de las dificultades del tema: exponerlo de forma que sea accesible a personas con muy diferente nivel de información y de interés sobre el mismo.
Por otra parte, es preciso que se trate de una explicación seria, objetiva, completa, que al mismo tiempo resulte comprensible. Son muchas las preguntas científicas y religiosas que se plantean alrededor del fascinante atractivo de la imagen del Hombre de la Sábana más misteriosa de la historia, y es seguro que al encontrarse con ellas el lector querrá encontrarlas resueltas. Por eso, no obstante la dimensión reducida de este cuaderno, se incluyen en él datos históricos, descripciones científicas, narraciones de los Evangelios, reconstrucciones de ambientes y además, reflexiones fundadas en la razón y en la fe. Aunque para algunos resulten superfluas determinadas explicaciones, comprenderán fácilmente que otros precisarán de ellas.
Es cierto que se podría haber sistematizado un material tan rico y complejo dentro de esquemas más rígidos. Pero he preferido no hacerlo; y más bien hablar de la Sábana, auténtico universo incluido dentro de cuatro metros de tela, en la manera más fluida y atrayente que pudiera. Hablar de la Sábana no es simplemente volver atrás en el pasado, como quien recorre de nuevo las excavaciones de una ciudad antigua por el mero gusto de conocerla. La Sábana Santa se presenta a la mentalidad moderna como un desafío, un pacífico y exaltante reto que «no teme a los exámenes, y que solo tiene miedo de ser enjuiciada sin haber sido sometida a examen».
Puede sorprender el hecho de no encontrar siempre de acuerdo a los estudiosos acerca de un determinado problema, en especial al interpretar algunos fenómenos, o al atribuir a los mismos una causa u otra. Es fácil que esto suceda en los casos de indagaciones realizadas por investigadores distintos, sobre casos particularmente complicados. Al principio habrá tantas conclusiones como investigadores: cada uno de ellos, se habrá valido, como es lógico, de sus propios métodos, indicios, técnicas deductivas. Cada uno ha buscado el centro de la cuestión partiendo de su punto de vista. Es posible que sólo un último investigador, confrontando los elementos recogidos por sus colegas y eliminando gradualmente las hipótesis de menor consistencia, llegue a dar con una solución del misterio satisfactoria, definitiva y completa.
En el caso que nos ocupa, esto ocurre además en un enigma que, como la Sábana Santa, está constituido por otros cien misterios de menor importancia, pero estrechamente relacionados entre sí. Por eso en los puntos más arduos, todavía abiertos a la investigación científica, se presentan dos o más hipótesis sobre su explicación. Al autor le corresponde el deber de informar y de ofrecer un mínimo de orientación sobre ellos; pero después tendrá que ser el lector quien llegue a una conclusión mediante su inteligencia, capacidad de reflexión y ánimo humilde.
Finalmente, quiero hacer tres sugerencias que serán de utilidad para interpretar mejor el rostro del Hombre de la Sábana:
1ª.- Las dos bandas más oscuras en el positivo, es decir, en la foto al natural, que se notan enseguida alrededor del rostro y que le dan un extraño alargamiento, son debidas en parte a la masa de los cabellos y en parte a un casual amarilleamiento de esa parte de superficie, determinada por una mayor exposición a la luz; o bien podría tratarse de una distinta tonalidad del tejido por una diferencia de calidad en las fibras de lino utilizadas por el anónimo tejedor palestino.
2ª.- Hay que tener siempre presente las condiciones físicas en las que se encontraba el cuerpo de Jesús en el momento de la sepultura. Entre las deformaciones más marcadas y que destrozaron sus facciones, deben considerarse: la rotura del cartílago de la nariz, a causa de un puñetazo o bastonazo, o bien por una caída violenta, de donde resulta una ligera desviación hacia la derecha y una caída hacia el labio superior del extremo de la punta de la nariz. El ojo y la ceja derecha aparecen hinchados; como el labio superior mismo y la región del pómulo derecho. También el mentón, aun teniendo en cuenta un cierto espesor de la barba, aparece hinchado por un fuerte golpe o una caída al suelo. Imaginando una línea vertical que pase entre las cejas y la mitad de la boca, es conveniente «aislar» el lado izquierdo del rostro, pues ésa es, de algún modo, la parte más íntegra.
3ª.- Es necesario habituarse a mirar la imagen del rostro, y observarla pausadamente. Mejor aún si se enmarca, como retrato, y se le mira a distancia.
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