por el Dr. Aníbal D´Angelo Rodríguez
Diálogos (im)pertinentes
Tomado del Blog de Cabildo
l Discípulo: Maestro, el mes pasado un grupo grande de intelectuales de izquierda publicó unas cartas abiertas en las que puso de manifiesto su adhesión a los Presidentes Kirchner.
— El Maestro: En efecto, y creo que eso nos da un espléndido pie para hablar de la situación de la izquierda en el mundo y en la Argentina.
— El Discípulo: ¿Por dónde comenzaremos?
— El Maestro: Vayamos de lo particular a lo general. Y veamos el caso tan singular de nuestros izquierdistas, que se suman a una causa perdida y defienden a un gobierno en estado comatoso.
— El Discípulo: Eso ¿no habla bien de ellos? Por aquello del quijotismo y las causas perdidas…
— El Maestro: Pero en cualquier caso hay que examinar sus razones. Lo quijotesco de una causa no garantiza su acierto, ni su seriedad.
— El Discípulo: Maestro, leo en las cartas de los intelectuales que se sienten solidarios con tres cosas del gobierno de la familia Kirchner: con la política de redistribución de ingresos, con la promesa de regular mejor que hasta hoy los medios de difusión y con aquello que ellos llaman “su política de derechos humanos”.
— El Maestro: En efecto. Veamos pues, ante todo, qué hay de cierto en estas afirmaciones. Primero, la política económica del gobierno. Es de todo punto de vista evidente la fragilidad de la estrategia económica hoy en curso. Se funda en dos cosas: primero, utilizar dispendiosamente, en subsidios, los altos ingresos que “los términos del intercambio” hoy le aseguran. Segundo, estar muy atentos a la coyuntura, al día a día.
— El Discípulo: ¿Y cómo se verifica eso, Maestro?
— El Maestro: Muy sencillo. Una política, unas políticas que vayan a lo estructural, a resolver los problemas de fondo del país, delinean necesariamente un modelo, es decir un tejido de soluciones unificadas por un propósito esencial. Que se cumpla bien o mal ese propósito, es otro problema. Pero si hay políticas constantes y esas políticas tienen un centro común, se puede hablar de un modelo económico. No hay posibilidad de deducir modelo alguno en el accionar de los Kirchner, por lo pronto, porque no hay políticas establecidas.
Bien a las claras se vio en el conflicto con el campo. Comenzó con unas retenciones que no obedecían a otra cosa que a un objetivo fiscal, recaudar más dinero. Ya avanzado el litigio se inventaron unos destinos para los fondos a recaudar, pero esos destinos, por muy “sociales” que fueran (viviendas, caminos, hospitales) no estaban vinculados a ningún objetivo de política permanente. Todo era improvisación, medidas coyunturales, marchas y contramarchas.
Lo mismo que pasó con el campo sucedería con cualquier item de la política económica. O sea, no hay políticas establecidas, no hay propósito central, no hay modelo kirchnerista. Lo de la redistribución del ingreso sería importante si ese fuera el tema central de la política kichnerista. No lo es, porque no hay tal tema central. Ni ese ni ninguno.
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— El Maestro: En efecto, y creo que eso nos da un espléndido pie para hablar de la situación de la izquierda en el mundo y en la Argentina.
— El Discípulo: ¿Por dónde comenzaremos?
— El Maestro: Vayamos de lo particular a lo general. Y veamos el caso tan singular de nuestros izquierdistas, que se suman a una causa perdida y defienden a un gobierno en estado comatoso.
— El Discípulo: Eso ¿no habla bien de ellos? Por aquello del quijotismo y las causas perdidas…
— El Maestro: Pero en cualquier caso hay que examinar sus razones. Lo quijotesco de una causa no garantiza su acierto, ni su seriedad.
— El Discípulo: Maestro, leo en las cartas de los intelectuales que se sienten solidarios con tres cosas del gobierno de la familia Kirchner: con la política de redistribución de ingresos, con la promesa de regular mejor que hasta hoy los medios de difusión y con aquello que ellos llaman “su política de derechos humanos”.
— El Maestro: En efecto. Veamos pues, ante todo, qué hay de cierto en estas afirmaciones. Primero, la política económica del gobierno. Es de todo punto de vista evidente la fragilidad de la estrategia económica hoy en curso. Se funda en dos cosas: primero, utilizar dispendiosamente, en subsidios, los altos ingresos que “los términos del intercambio” hoy le aseguran. Segundo, estar muy atentos a la coyuntura, al día a día.
— El Discípulo: ¿Y cómo se verifica eso, Maestro?
— El Maestro: Muy sencillo. Una política, unas políticas que vayan a lo estructural, a resolver los problemas de fondo del país, delinean necesariamente un modelo, es decir un tejido de soluciones unificadas por un propósito esencial. Que se cumpla bien o mal ese propósito, es otro problema. Pero si hay políticas constantes y esas políticas tienen un centro común, se puede hablar de un modelo económico. No hay posibilidad de deducir modelo alguno en el accionar de los Kirchner, por lo pronto, porque no hay políticas establecidas.
Bien a las claras se vio en el conflicto con el campo. Comenzó con unas retenciones que no obedecían a otra cosa que a un objetivo fiscal, recaudar más dinero. Ya avanzado el litigio se inventaron unos destinos para los fondos a recaudar, pero esos destinos, por muy “sociales” que fueran (viviendas, caminos, hospitales) no estaban vinculados a ningún objetivo de política permanente. Todo era improvisación, medidas coyunturales, marchas y contramarchas.
Lo mismo que pasó con el campo sucedería con cualquier item de la política económica. O sea, no hay políticas establecidas, no hay propósito central, no hay modelo kirchnerista. Lo de la redistribución del ingreso sería importante si ese fuera el tema central de la política kichnerista. No lo es, porque no hay tal tema central. Ni ese ni ninguno.
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