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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

13 de diciembre de 2008

La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto (9)


por el R. P. Raimondo Sorgia, OP

9. Gracias, monsieur Delage


na copia de la primera foto misteriosa, revelada en 1898, llega casualmente a manos de un científico francés, Ives Delage. Era un científico en estado puro o, para entendernos, un hombre de ciencia, y, como él mismo precisaba, no de iglesia. Ciencia y fe pueden muy bien estar de acuerdo, y no son pocos los estudiosos de fama mundial que creen firmemente en Dios. Estos investigan desde su fe tanto el mundo extremadamente pequeño de las partículas subatómicas y de las células como el de la inmensidad del cosmos, que guarda los secretos de las estrellas gigantes, de los años-luz y de los espacios ilimitados.Delage en cambio es libre pensador, de hecho ateo, o al menos agnóstico. Del todo autónomo e independiente, siente una atracción irresistible por la ciencia, sin sospechar que a menudo Dios se esconde en cualquier esquina, esperando encontrar a quien tenga sed de la verdad. Es un personaje de relieve, bien preparado y digno de todo respeto en el campo de la biología general, de la zoología, de la biomecánica y de la fisiología experimental. Y tiene una mente lúcida, con la capacidad de llegar al fondo de las cuestiones y además el coraje de llamar al pan, pan y al vino, vino.
El día en que llega a sus manos la fotografía del hombre de Turín, del que tanto hablan todos, el doctor Delage la analiza con su mirada investigadora, con una curiosidad cada vez mayor. Primero observa la imagen de la Sábana Santa tal y como se presenta en realidad: fondo claro, impronta oscura. Después analiza el cuerpo humano que se destaca sobre el fondo de la fotografía de la Sábana. Vuelve varias veces a mirar aquel rostro majestuosamente sereno, y piensa para sí:«Me parece que esta fotografía es verdadera, sin el menor retoque…
La imagen que la Sábana Santa ofrece al visitante se diría que es un negativo. De hecho, las zonas en relieve, por ejemplo la nariz, los párpados cerrados, los pómulos, están obscuras, y en cambio las partes hundidas están claras… La fotografía, cambiando entre sí las luces y las sombras, me presenta una imagen humana increiblemente nítida, con una perfección anatómica y una belleza de formas que no me hubiera imaginado nunca antes de verla... El cuerpo de este hombre, que hasta hace un momento parecía misterioso e incomprensiblemente impreso al revés, tiene una figura perfectísima. Y este rostro, no puedo negarlo, es verdaderamente sorprendente» Y –continuando con su meditación de laico– «Dicen que éste es el rostro de Cristo. Yo no lo sé; pero no sé tampoco a qué otra persona puede pertenecer. Y si lo comparo con los retratos de Jesús que desde el Renacimiento han realizado los mejores pintores... éste los supera a todos… Es por todo esto por lo que quiero saber cómo ha podido formarse esta imagen».
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