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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

9 de diciembre de 2008

La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto (8)


por el R. P. Raimondo Sorgia, OP


8. 960’8 grados: ¡punto de fusión!


esde hace varios siglos, Palestina y Jerusalén, con sus Santos Lugares, santificados por la vida, muerte y resurrección de Cristo, no están ya en manos de los judíos ni de los cristianos. Sobre toda la región del Medio Oriente domina inexorablemente la nueva religión del Islam. Se organizan, como sabemos, distintas expediciones de Cruzados, que se proponen liberar y proteger al menos el área del sepulcro. Si bien no siempre tienen éxito, ofrecen a miles de peregrinos una oportunidad maravillosa para aquellos tiempos: poder visitar el país de Jesús.

Los galeones de las repúblicas marineras hicieron viajes entre Pisa, Génova, Venecia y la otra orilla del Mediterráneo, los puertos de Chipre, Famagosta, Limasol, Tolemaida. Iban cargados no sólo de tropas y de armas, sino también de mercancías y botines de guerra, además de una variopinta multitud de devotos y aventureros, de santos y de penitentes. Gracias a alguno de ellos, convertidos en cronistas ocasionales, podemos conocer otras informaciones útiles para unir los eslabones de la famosa cadena entre la historia propiamente dicha de la Sábana Santa y su tradición oral, escrita o documentada de algún modo.

De este modo, sabemos que durante el saqueo de Constantinopla, sucedido en el curso de la IV Cruzada [1202-1204], la Sábana Santa desapareció de la ciudad por motivos de seguridad. También en Constantinopla la pudieron venerar –«precisamente en la capilla de Santa María en el barrio de Blachernæ»–, el rey de Francia Luis VIII y otros visitantes notables, como Guillaume, arzobispo de Tiro, y Amanry, rey de Jerusalén.

Durante algún tiempo, el pueblo tuvo la fortuna de asistir cada viernes a la ostensión pública de la Sábana Santa. Después, con el asedio y toma de Constantinopla por los sarracenos, la reliquia más preciosa del sacrificio de Jesús fue confiada de nuevo a manos seguras –probablemente dentro de los sólidos muros de un convento– y permanece en clandestinidad hasta que reaparece a la luz del sol, más allá de los Alpes, exactamente en Italia y en Francia.

En 1353 la Sábana Santa llega a Turín por primera vez durante un período de tiempo bastante breve. Comienza en este momento su vida histórica en el sentido más riguroso y moderno del término: desde entonces, cada cambio y cada hecho relacionado con ella, será escrupulosamente registrado y, en consecuencia, documentado.

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