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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de febrero de 2009

En el centenario de la Pascendi




Conferencia pronunciada en el

Círculo Antonio Molle Lazo


por José Miguel Gambra






a encíclica de San Pio X llamada Pascendi fue publicada ahora hace 100 años contra el modernismo y estaba precedida del decreto Lamentabili, donde se condenaban unas decenas de proposiciones extraídas de esa corriente de pensamiento. Como parece propio de su conmemoración podría empezar por mencionar las circunstancias en que fue escrita, por citar los autores más destacados cuyas ideas provocaron en aquel momento esa reacción de la jerarquía eclesiástica. Cabría hablar de Loisy, de Le Roy y de Tyrrel entre otros, pues sin duda ellos y los filósofos en los que se inspiraron inmediatamente, como Blondel y Bergson, y otros más remotos, ya pertenecientes a la órbita del protestantismo, como Schleiermacher y Strauss, pero sobre todo Kant.
Sin embargo, prefiero adoptar otra perspectiva. Porque entender la Pascendi como condenación en un momento dado de las doctrinas de unos pensadores muy determinados es, en cierta medida, hacerle el juego a los propios modernista y a sus sucesores. En efecto, esta encíclica, en cuanto constituye una parte del magisterio ordinario, por cuanto se halla en consonancia con lo que la Iglesia ha mantenido desde sus comienzos, tiene un alcance muy superior al de unas circunstancias determinadas.
El modernismo pretende que los documentos eclesiásticos tienen una vigencia limitada y transitoria que se debe comprender a la luz de unas condiciones ambientales particulares; los conciben como respuestas de la jerarquía a retos momentáneos que nunca deben sacarse fuera de su contexto histórico. Y así, respecto de la Pascendi los historiadores de la Iglesia, más o menos progresistas, estás dispuestos a reconocer la imprudencia y exageración de los autores que inmediatamente provocaron lo que llaman crisis del modernismo. Pero, al mismo tiempo, califican de injusta lo que llaman tendencia integrista que extiende a otras época, a otros movimientos y a otros autores las condenas contenidas en la encíclica y el decreto. Así, un importante prelado, cuyo nombre no citaré, decía no hace mucho:
"hay decisiones del Magisterio que (...) son sobre todo una expresión de prudencia pastoral y una especie de disposición provisional (...). Se puede pensar al respecto en las declaraciones de los Papas del siglo pasado sobre libertad religiosa, así como en las decisiones antimodernistas de comienzos de este siglo (...). En los aspectos de sus contenidos, [estas declaraciones y decisiones] fueron superadas, después de haber cumplido su deber pastoral en un determinado momento histórico".
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