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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

26 de febrero de 2009

Id a Tomás. Principios fundamentales del pensamiento de Santo Tomás (7)



por Eudaldo Forment


Tomado de Gratis Date



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Génesis de las tesis



as tesis tomistas, como ha explicado Paolo Dezza, fueron obra de las intensas y perseverantes gestiones de los jesuitas Guido Matiussi y Giuseppe Leonardi. Su génesis comienza con el primero -discípulo de otro notable jesuita tomista, Juan Cornoldi, uno de los principales renovadores del tomismo, que conoció gracias a Serafín Sordi-, cuando, a finales de septiembre de 1910, dio una carta a su amigo el padre jesuita Giuseppe Leonardi, para que se la entregará al Papa. En ella, le proponía la conveniencia de que se indicasen las principales tesis de la doctrina filosófica del Aquinate, para que se pudiesen seguir con toda seguridad las directrices que había dado el Papa en su reciente breve Sacrorum Antistitum (1 de septiembre de 1910), y para tal fin la carta iba acompañada de una lista de veintes posibles tesis (Cf. Canals, 1997c, 38).

En este documento, dirigido a «todos los Obispos y Maestros supremos de las Órdenes religiosas», el Papa Pío X, citaba estas palabras finales de su encíclica Pascendi (8 de septiembre de 1907):

«Por lo que toca a los estudios, queremos, y definidamente mandamos, que la Filosofía escolástica se ponga por fundamento de los estudios sagrados (...) Lo principal que hay que notar es que cuando prescribimos que se siga la Filosofía escolástica, entendemos principalmente (præcipue) aquélla que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó Nuestro predecesor queremos que siga vigente, y en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que sea por todos exactamente observado. A los Obispos pertenecerá urgir y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los Seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las Ordenes religiosas» (AAS 40 (1907), 639-640).

Como ha explicado el historiador Saranyana, «el término præcipue, empleado por el Romano Pontífice, en 1907, levantó una verdadera nube de comentarios, y su repetición en 1910 contribuyó aún más a las polémicas. Para unos debía interpretarse en el sentido de unice; para otros, el Papa habría querido señalar sólo la preferencia de la Iglesia, en el sentido de que Santo Tomás sería el primus inter pares, el más destacado escolástico, al que habría que tomar en cuenta, aunque no obligatoriamente cuando otros escolásticos se apartasen razonablemente de sus sentencias (...) El clima de incertidumbre en que se movían los profesores de los seminarios y de las facultades eclesiásticas, motivado por las constantes contestaciones a la autoridad doctrinal de Santo Tomás y, sobre todo, por las dudas y discusiones en torno al genuino pensamiento tomista, empezó a ser preocupante» (Saranyana, 1992, 276-277).

No es extraño que Pío X acogiera favorablemente la iniciativa de los dos jesuitas. Contestó a Matiussi pidiéndole que diera forma definitiva al esbozo, que le había enviado. Lo que hizo casi inmediatamente, mandando de nuevo su texto de veinte tesis ya mejorado. El Papa lo dio a varios profesores para que le manifestaran su opinión y en el caso favorable las revisarán. Se desconoce el nombre de los consultados, únicamente el del profesor de la Universidad Gregoriana Genaro Bucceroni, que se mostró contrario a la formulación y a su publicación.

Muy recientemente Enrique Miguel-Aguayo ha probado que otro de los consultados fue el cardenal Billot, entonces todavía profesor de Teología dogmática en la Gregoriana. También que la respuesta del jesuita fue afirmativa, justificándola por la situación de los estudios en los centros de la Compañía y acompañándola de algunas modificaciones al texto de la tesis. El Papa seleccionó dos de los informes pedidos, uno de ellos el de Billlot, y se los envió a Matiussi, que le remitió poco después una tercera versión de las tesis, recogidas todas las observaciones


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