por D. Alvaro de Maortua
Tomado de Arbil
l honor es una cualidad del alma por la que un hombre se conduce con arreglo a los principios morales más elevados. Cobra pleno sentido y vigencia práctica en la persona y vida de los héroes y de los santos. El honor supone las virtudes cristianas y, entre ellas, las magnanimidad.
El honor, la magnanimidad y el valor son virtudes históricas y características españolas con su formidable belleza moral. Desde la primera y maravillosa gesta, que recoge la historia, de Numancia, el largo período de la Reconquista, el descubrimiento y conquista de América y la Contrarreforma, a la última guerra contra el materialismo ateo, la Historia de España está llena de personajes representativos que cobran valor legendario y universal precisamente por su contextura psicológica netamente hispánica: el Cid Campeador y Jaime I, Alfonso X el Sabio y Guzmán el Bueno, San Raimundo de Peñafort y el beato Raimundo Lullio, Cortés y ...hasta el infinito.
Santa Teresa de Jesús admiraba, amaba y ejercía el sentido de grandeza, el honor, el amor a la gloria y todo lo que constituía, en suma, la esencia de las tradiciones de España. Y le molestaba que los libros de caballería relatasen hechos heroicos imaginarios con personajes frecuentemente ingleses o franceses, cuando las auténticas proezas reales de los héroes españoles eran mucho más dignas de admiración y de asombro. Por eso exclamaba: "Una higa para todos los golpes que fingen de Amadís y los fieros hechos de los gigantes, si hubiese en España quien los de los españoles celebrase".
"España aportó también al mundo uno de los rasgos característicos de su actitud ante la vida: ese sentido de la caballería que se identifica con el "artificio de lo heroico", que no consiste tan sólo en que se tenga y practique el valor, sino precisamente en el alarde del valor, no por orgullo sino por amor, para sostener el valor y la moral de su gente. No otra cosa es el gesto de Cortés al hundir sus naves, o de Pizarro al trazar con su espada la raya sobre la arena para "los trece de la fama", o el heroísmo a secas de Joaquín Vara del Rey en el fuerte de El Caney, o de Saturnino Martín Cerezo y Enrique de las Morenas al otro extremo del mundo en el blocao de Baler.
"Artificio" que alcanza a todos los extremos de la existencia, ennobleciéndola, buscando para ella la dignidad, preciándose del ingenio y burlándose de lo meramente utilitario" (Luis Suárez Fernández : Euroamérica).
Afirma Ortega y Gasset, en sus "Meditaciones del Quijote", que: "Desdichada la raza que no hace un alto en la encrucijada antes de proseguir su ruta, que no siente la necesidad heroica de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la historia". Pues bien: sólo España ha realizado tal operación en la historia.
Ha habido en la historia de España dos ocasiones en las que especialmente se planteó la legitimidad, y lo que es más, la moralidad de determinadas acciones políticas o militares cuya transcendencia se entrevió con mayor o menor claridad. En ambos casos teólogos y juristas estudiaron la cuestión de la existencia o no existencia de justos títulos que legitimaran.
Esta preocupación por la moralidad de acciones políticas y militares, de si en conciencia podían justificarse o no, constituye un hecho único en la historia de las naciones. Por lo general, los pueblos suelen moverse en la vida política más por razones de Estado que por cuestiones de conciencia.
Es pues España la única nación en el mundo que como decía Ortega, "ha sentido la necesidad heroica de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la Historia".
El honor, la magnanimidad y el valor son virtudes históricas y características españolas con su formidable belleza moral. Desde la primera y maravillosa gesta, que recoge la historia, de Numancia, el largo período de la Reconquista, el descubrimiento y conquista de América y la Contrarreforma, a la última guerra contra el materialismo ateo, la Historia de España está llena de personajes representativos que cobran valor legendario y universal precisamente por su contextura psicológica netamente hispánica: el Cid Campeador y Jaime I, Alfonso X el Sabio y Guzmán el Bueno, San Raimundo de Peñafort y el beato Raimundo Lullio, Cortés y ...hasta el infinito.
Santa Teresa de Jesús admiraba, amaba y ejercía el sentido de grandeza, el honor, el amor a la gloria y todo lo que constituía, en suma, la esencia de las tradiciones de España. Y le molestaba que los libros de caballería relatasen hechos heroicos imaginarios con personajes frecuentemente ingleses o franceses, cuando las auténticas proezas reales de los héroes españoles eran mucho más dignas de admiración y de asombro. Por eso exclamaba: "Una higa para todos los golpes que fingen de Amadís y los fieros hechos de los gigantes, si hubiese en España quien los de los españoles celebrase".
"España aportó también al mundo uno de los rasgos característicos de su actitud ante la vida: ese sentido de la caballería que se identifica con el "artificio de lo heroico", que no consiste tan sólo en que se tenga y practique el valor, sino precisamente en el alarde del valor, no por orgullo sino por amor, para sostener el valor y la moral de su gente. No otra cosa es el gesto de Cortés al hundir sus naves, o de Pizarro al trazar con su espada la raya sobre la arena para "los trece de la fama", o el heroísmo a secas de Joaquín Vara del Rey en el fuerte de El Caney, o de Saturnino Martín Cerezo y Enrique de las Morenas al otro extremo del mundo en el blocao de Baler.
"Artificio" que alcanza a todos los extremos de la existencia, ennobleciéndola, buscando para ella la dignidad, preciándose del ingenio y burlándose de lo meramente utilitario" (Luis Suárez Fernández : Euroamérica).
Afirma Ortega y Gasset, en sus "Meditaciones del Quijote", que: "Desdichada la raza que no hace un alto en la encrucijada antes de proseguir su ruta, que no siente la necesidad heroica de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la historia". Pues bien: sólo España ha realizado tal operación en la historia.
Ha habido en la historia de España dos ocasiones en las que especialmente se planteó la legitimidad, y lo que es más, la moralidad de determinadas acciones políticas o militares cuya transcendencia se entrevió con mayor o menor claridad. En ambos casos teólogos y juristas estudiaron la cuestión de la existencia o no existencia de justos títulos que legitimaran.
Esta preocupación por la moralidad de acciones políticas y militares, de si en conciencia podían justificarse o no, constituye un hecho único en la historia de las naciones. Por lo general, los pueblos suelen moverse en la vida política más por razones de Estado que por cuestiones de conciencia.
Es pues España la única nación en el mundo que como decía Ortega, "ha sentido la necesidad heroica de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la Historia".
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