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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

21 de abril de 2009

¿Hay principios económicos "naturales"?



por Luis María Bandieri

Tomado de El Manifiesto








a época cuyo cierre nos toca atravesar exige volver a las fuentes, en medio de las simplificaciones y hasta simplezas intelectuales que se nos infligen cotidianamente. He vuelto a hojear algunos libros de economía que frecuenté bastantes años atrás y, en los subrayados de antaño, me he encontrado –o recordado– algunas sorpresas. Ahora que se habla de nuevo de proteccionismo, encuentro en Adam Smith, nada menos, este parrafito:

"Pero hay dos casos en que será muy útil, por regla general, imponer alguna carga o contribución importante sobre la introducción del extranjero para fomentar la industria doméstica o nacional. El primero, cuando cierto ramo de la industria es necesario para la defensa del país. En Gran Bretaña procuran las Actas de Navegación, con muy buen acierto, conceder a la Marina el monopolio del comercio nacional, en unos casos por medio de absolutas prohibiciones, en otros por medio de cargas impositivas sobre fletes y bajeles de naciones extranjeras".

Y más adelante, el profesor de Filosofía Moral arriba retratado añade: “dicha Acta de Navegación es la más acertada, acaso, de cuantas ha establecido la nación inglesa” (Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, Barcelona, 1933, tº II, p. 197 y 200). El escocés no estaba desacertado: aquella brutal medida proteccionista y monopolizadora establecida en tiempos del Lord Protector Cromwell, durante la efímera república puritana, fue el instrumento que permitió hacer realidad aquello de Britannia rule the waves durante doscientos años imperiales. La medida justa, en el momento adecuado, impulsada por un jefe político y militar excepcional. List advertirá, más tarde, que el puro librecambismo de la escuela clásica era un producto solamente de exportación. Hoy resulta oportuna la relectura, cuando el péndulo de la teoría inicia su vuelta.

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