por Juan Manuel de Prada
Tomado de ABC
e hace pública una encuesta de población activa que nos revela que más de cuatro millones de españoles engruesan la lista del paro -ochocientos mil se han incorporado durante el último trimestre-, justo cuando nuestros politiquillos se afanan por rematar el modelo de «financiación autonómica», que es como en el Mátrix progre llamen a la rapiña desmelenada con que se abastecen las burocracias de los partidos en cada uno de los reinos de taifas que constituyen la llamada «España plurinacional». Es una brutal, descarnada paradoja que mientras más de un millón de familias españolas (o de los harapos de familia que estos pájaros han dejado, después de hacer trizas el tejido celular básico de la sociedad) mantienen a todos sus miembros en el paro, anden los sultanes de los reinos de taifas disputándose el presupuesto, como buitres en disputa de la carroña (y la carroña somos nosotros, los paganos de sus burocracias y caprichos), para poder sufragar su flota de coches oficiales, sus diecisiete televisiones autonómicas, sus embajaditas en el extranjero, sus comandos de anacletos, sus informes sobre el seguimiento de la concha brillante, etcétera.
Resulta estremecedor que tengan jeta para tanto; pero la tienen, vaya si la tienen. Y si alguien les señalase la paradoja, sin rebozo reclamarían «un respeto» para el «Estado de las autonomías». Pero eso que llaman «Estado de las autonomías» no es sino el subterfugio administrativo empleado para la rapiña desmelenada, que logran disimular manteniendo a los españoles en un estado de demogresca permanente. Cuenta Enrique de Diego en su vitriólico panfleto Casta parasitaria (Rambla Ediciones) que, allá por 1982, Alfonso Guerra aún reconocía que se tropezaba con serias dificultades para cubrir los altos puestos de la administración con afiliados y afines a su partido. Hoy esa declaración se nos antoja de un ingenuismo ruboroso, como esas fotos antañonas en las que nuestras bisabuelas posaban con pololos ante la cámara. En menos de treinta años, los partidos políticos se han convertido en maquinarias perfectamente engrasadas para el acaparamiento de altos, medianos y bajos puestos en la administración, que a su vez no cesa de engordar, como una suerte de kéfir monstruoso, para dar cobijo a la inagotable cantera de vampiros del presupuesto en que se han convertido los partidos políticos. Y la sangre con la que se alimentan la extraen de nuestras venas, que no cesarán de expoliar hasta dejarlas exangües.
En el citado panfleto, Diego nos proporciona un dato que puede permitirnos hacernos una pálida idea de la magnitud del saqueo. Durante los tres últimos años, caracterizados por un incesante despojo de competencias al Estado central, las burocracias regionales han crecido un 38 %, mientras que la burocracia central apenas ha decrecido un 4 %... entre otras razones porque ha sido artificialmente engordada con ministerios-floripondio, creados artificiosamente para premiar con altos cargos a las sucesivas remesas de inútiles excretadas por el partido gobernante. Considerando que, a estas alturas, la administración autonómica posee una burocracia que triplica la nada exigua burocracia de la administración central, podemos imaginarnos lo que está significando para nuestros bolsillos la cesión de competencias a los reinos de taifas. Quizá rapiña sea una palabra en exceso venial o eufemística.
Pero no conviene desesperar. Para arreglar la financiación autonómica nos ha traído Zapatero a Chaves, a quien respaldan dos hazañas expoliadoras incuestionables: Andalucía, la región que durante tanto tiempo gobernó, es la que cuenta con una burocracia más nutrida y con un número mayor de gente en el paro.
Que Dios nos pille confesados.
Que Dios nos pille confesados.
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