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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

14 de noviembre de 2008

14 de Noviembre, Festividad de San Josafat, Obispo y Mártir


El cisma de Oriente de julio de 1054, por el que se desgajó de la catolicidad uno de los florones más hermosos de la Iglesia cristiana, es una llaga constantemente abierta en el Cuerpo místico.

Josafat de Polotsk, mártir de la restauración de la unión, que luchó y murió en su afán de conseguir la reconciliación de los rutenos separados de Roma, supo ser, al par que patriota, católico oriental de espíritu romano, sellando palmariamente con su sangre la catolicidad vertical de la Iglesia dentro de la unidad.

Juan Kuncewicz nació en Vlodimir (Volinia) el año 1580. Su padre, Gabriel, era cónsul de la ciudad, y su madre, Marina, hija de un ilustre ciudadano de Vlodimir. Recibió el santo bautismo en el día de la mártir Santa Parasceves. Como en el decurso del siglo xv Rusia y las regiones a ella sometidas fueron gradualmente adhiriéndose al cisma bizantino, nada tiene de extraño que la familia de Juan, aunque muy piadosa y cristiana, perteneciese jurídicamente a la ortodoxia separada de Roma. De Vlodimir pasó Juan a Vilna, donde debía aprender la profesión comercial.

La unión de los rutenos con Roma fue firmada a fines del siglo xvi (1595-1596), cuando Juan contaba unos quince años de edad. Aficionado a la lectura, se interesó preferentemente por los libros religiosos; vino así en conocimiento de la verdad católica, y valientemente se adhirió a ella, aunque en Vilna eran aún pocos los unidos a Roma. Su alma juvenil vislumbró la necesidad de que su pueblo abrazase la unión con Roma, heredera de la fe y la autoridad de Pedro, sobre la que Cristo asentó su Iglesia. En esta época frecuentaba ya la iglesia de la Santísima Trinidad de Vilna, donde asistía píamente a los divinos oficios.

Juan recordará siempre la veneración que entonces concibiera por los padres basilianos de la Santísima Trinidad y por aquellos padres jesuitas, que en Polonia y Rusia blanca sostenían la fe del pueblo contra los disidentes y defendían acérrimamente el Papado.

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