Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

14 de noviembre de 2008

Acusaciones contra la Iglesia


Por el R.P. Gualterio Devivier

Tomado de El Cruzado

Santa por su Fundador, siempre pura en su doctrina y en su moral, no ha cesado jamás la Iglesia de conducir todos sus miembros a la práctica de las más hermosas y aun de las más heroicas virtudes. Y ésta es la razón precisamente, por qué, a pesar de la humana flaqueza y de la violencia de las pasiones, siempre ha habido entre los católicos, un inmenso número de santos, de apóstoles, de mártires, de hombres grandes y nobilísimos, incapaces de cometer bajeza alguna y prontos a entregarse a las obras de la más levantada perfección y de la más sublime caridad.
Pero, al fin y al cabo, el cristiano es libre; la gracia del santo bautismo, y hasta la del sacerdocio, no destruyen esa propensión al mal tan arraigada en nuestra naturaleza. Entre los doce Apóstoles hubo un traidor y, de muchos de los otros, su cobardía nos es muy conocida; por tanto no es de extrañar, que, en la sucesión de los siglos, se hayan encontrado también sacerdotes, obispos y hasta Papas, olvidados de sus deberes.
¿Qué hay que concluir de aquí? ¿Que es falsa su doctrina? Pero, ¡acaso esta doctrina les había prometido la impecabilidad! ¿Qué es impotente para dar la virtud que preconiza? ¡Pero si, aun en las épocas de mayor corrupción, ha tenido la Iglesia Santos admirables, que ha resistido a todas las seducciones y han llegado a reformar el mundo!
Los enemigos del catolicismo, en vez de admirar los prodigios de la virtud obrados por la gracia sobrenatural en una infinidad de almas, y a despecho de la oposición de las pasiones, recogen con avidez los abusos y las faltas que inevitablemente se han de encontrar, durante el trascurso de tantos siglos, en ellas precisamente se pertrechan para sus poco gloriosas polémicas, y aquí vienen siempre a buscar el lodo que arrojan a la faz de la Iglesia. El mundo regenerado por Ella, no vale nada a sus ojos, y mucho menos la entereza con que siempre ha reprobado todo lo que es contrario a la divina ley; en cambio, los crímenes de unos tantos malvados que, en hora más feliz, fueron redimidos con las aguas del bautismo, tienen el triste privilegio de servir de arsenal de guerra a donde van a pertrecharse estos pobres hurgadores de escándalos. Respondemos, puesto que es necesario, a las principales acusaciones que se obstinan en presentar contra la Iglesia de Jesucristo.

1. INTOLERANCIA DE LA IGLESIA

I. En qué sentido es intolerante la Iglesia Católica

Si esta palabra se toma en su verdadero sentido, es decir, en el de intolerancia dogmática o doctrinal, la Iglesia no puede ser no menos intolerante, y no tiene por qué defenderse de este pretendido agravio. La intolerancia dogmática es una prerrogativa indispensable de la verdad, y fruto legítimo e inevitable de la misma existencia de la religión católica, única y verdadera para todos los hombres. Por el contrario, la tolerancia dogmática proviene de indiferentismo religioso, que no quiere reconocer ninguna religión como exclusivamente verdadera y, por lo tanto, obligatoria.
Reprochar a la Iglesia la intolerancia doctrinal, es reprocharle el que crea ser, y de hecho sea, la verdad necesaria, lo cual constituye para ella su más cumplido elogio, porque propio es de la verdad excluir todo lo que le es contrario. Toda ciencia es intransigente: el matemático, una vez demostrado un teorema, tiene ya por absurdas todas cuantas proposiciones a él se opongan. Pues, por igual manera, por lo mismo que la Iglesia está cierta de poseer completamente la verdad religiosa, no puede menos de condenar cualquier error que a ella se oponga. Por tanto, no sin razón proclamó Bossuet que "la religión católica es la más severa y la menos tolerante de todas las religiones con respecto a los errores dogmáticos"; y Julio Simón confiesa que, "la legitimidad de la intolerancia eclesiástica está por encima de toda discusión".
Bien reconocemos que las otras sociedades religiosas no son nada intolerantes al tratarse del dogma, hasta el punto que J. J. Rousseau ha podido decir del mismo de protestantismo: "La religión protestante es tolerante por principio, por esencia y tanto cuanto es posible, pues el solo dogma que no tolera es el de la intolerancia." Tal confesión es, para una doctrina religiosa, la más abrumadora de las refutaciones.
Pero si la Iglesia católica es justamente intolerante para con las doctrinas perversas y los vicios, como necesariamente debe serlo la verdad y el bien, también sabe derramar misericordia e indulgencia para los descarriados pecadores que reconocen su falta e imploran perdón. Fundada precisamente para salvar a los hombres, no perdona medio alguno a fin de arrancar a las almas de su eterna perdición. Es que no quiere ni puede olvidar las lecciones que de Jesucristo ha recibido y por eso, para la magna obra de la conversión del mundo, se ha limitado tan sólo a predicar el Evangelio, lo cual equivale a decir que ha procedido siempre por vía de persuasión. Además, como su divino Maestro, la Iglesia ha sufrido, en todos tiempos y circunstancias, mil y mil persecuciones que han valido a muchos de sus hijos la palma del martirio y a muchos infieles la entrada en el redil del divino Pastor. Si alguna vez se ha creído en el deber de castigar a sus propios hijos rebeldes, no ha hecho sino echar mano de un poder que nadie, hasta ahora, se ha atrevido a disputarle todavía; y aun eso lo ha hecho con mano maternal, para convertirlos, para impedir los escándalos, y evitar así que se propagara más la corrupción. Veamos ahora cómo no puede decirse lo mismo de las sectas heréticas, ni de los otros enemigos de la Iglesia.

****
Para leer el artículo completo haga click sobre la imagen.

0 comentarios: