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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

12 de noviembre de 2008

La Sábana Santa, imagen de Cristo muerto (2)


por el R.P. Raimondo Sorgia, O.P.


2. Nadie se lo había imaginado antes

Hace cien años, en la primavera de 1898, el rey Luis IX, descendiente de los duques de Saboya, de quienes había heredado, entre otras cosas, la Sábana Santa, se preguntaba pensativo si habría hecho bien en aceptar una propuesta un poco extraña para aquellos tiempos: un fotógrafo que solicitaba con insistencia permiso para fotografiar la Sábana Santa. El fotógrafo era el abogado Secondo Pia, un aficionado que aseguraba estar bien preparado. Al final había prevalecido la sugerencia favorable de uno de los consejeros del rey: autorizarle, aunque no fuera más que por tener una copia fiel de aquella reliquia que milagrosamente había salido indemne de mil peligros.

El misterio de la fotografía se había descubierto pocos años antes, cuando algunos químicos advirtieron que los bromuros y cloruros de plata se ennegrecían al ser expuestos a la luz. Este descubrimiento significó el nacimiento de la fotografía. Cuando se fotografía, la luz imprime por un instante la placa bañada con estas sales, y la impresión es mayor en el lugar donde la imagen es más clara y menor donde es más oscura. Después del proceso de revelado, de la placa o del celuloide, las partes más luminosas se ennegrecen y las oscuras quedan claras, constituyendo el negativo fotográfico.

Por tanto, en el negativo de una fotografía, los puntos de luz y de oscuridad se encuentran invertidos: por ejemplo, el negativo de un joven de cabellos negros presenta las mejillas y la frente negras, mientras que las órbitas de los ojos, los labios y los cabellos son blancos. Igualmente, en el negativo fotográfico se invierte el lugar de la imagen, por un juego de rayos, estudiado por los físicos en la óptica geométrica, de modo que lo que está a la derecha pasa a la izquierda y viceversa. Por todo ello, aunque se conozca bien una cara, resulta difícil reconocerla, porque no estamos habituados a la inversión.

Para obtener el positivo con la distribución de los colores –reagrupados en los dos fundamentales, blanco y negro– conforme al objeto fotografiado, se filtra la luz a través del negativo, imprimiéndose en el papel, de tal modo que lo negro resulta blanco y lo blanco negro, y volviéndose a invertir el lugar de las imágenes (Cfr. G. Dalla Nora, Hanno fotografato il volto di Gesù, Elle Di Ci, Leumann, Torino 1975, 11).

En aquella época no existían los actuales equipos de fotografía, las polaroid, las instamatic; para una foto de precisión hacía falta un gran aparato, que imprimía en una placa emulsionada las primeras reproducciones en blanco y negro.

La tarea era muy importante, quizás incluso irrepetible, como para afrontarla a la ligera, por lo que en los meses anteriores a la fotografía de la Sábana, concertada para mayo, el abogado fotógrafo duplica su trabajo, para calcular el tiempo de exposición de las placas, la intensidad y posición de las luces, etc. Al acercarse el día establecido, se prepara en el presbiterio de la capilla donde va a ser expuesta la Sábana Santa un pequeño carril por el que pudiera desplazarse la plataforma con la cámara fotográfica. Era ésta una caja de madera, reforzada con tiras de metal, voluminosa, pues en su interior contenía una placa de 51 x 63 cm., con una lente Voigtländer. A los lados de la plataforma se encienden dos focos que llenan de luz la reliquia. Se colocan delante filtros transparentes de cristal esmerilado, para evitar los reflejos, y sobre la lente un filtro amarillo muy delgado.

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