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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

15 de noviembre de 2008

Maurice Clavel o el reencuentro con Dios



por D. Rubén Calderón Bouchet

Tomado de Argentinidad



Alumno de la Escuela Normal Superior egresó en 1942 con una licencia en Filosofía. El ejército alemán retrocedía en las tierras rusas y se sentía vacilar su efímero imperio en todos los países conquistados. Los Aliados desembarcaron en África del Norte y Francia sintió que el viejo Mariscal dejaba de ser el escudo protector que hasta ese momento la había sostenido dentro de una cierta unidad en el desastre. Claudel que había escrito una oda al viejo defensor de Verdun se preparaba para escribir otra en honor de De Gaulle.
Nutrido espiritualmente en el idealismo alemán, Clavel se sumó a la resistencia y fue jefe de un grupo de “partisanos” que actuó en la liberación de Chartres en 1944. Allí conoció al general De Gaulle y pudo volver nuevamente a París en el furgón de cola de las tropas aliadas, pero muy bien dispuesto a hacer sentir su presencia en al República de las Letras.
Su primera novela apareció en 1957: “Une fille pour l’été” y quince años más tarde obtuvo el premio “Medicis” por “Le Tiers des étoiles”. Pero un profesor de filosofía no se contenta con un puesto de honor en la literatura pura y Clavel afiló sus uñas en el ensayo polémico que lleva por título “Qui est aliéné?” y que pretende ser una critica metafísica de la sociedad occidental. Por supuesto en 1968 estuvo con todas sus fuerzas en la algarada juvenil que conmovió la olímpica inmutabilidad del General De Gaulle y dejó el testimonio de su revolucionaria presencia en dos libros que sucedieron a la ruidosa aventura: “Le Perte et le fracas” y “A Armes égales”. Con las crónicas de sus combates por la Resistencia y la Revolución culmina su carrera contestaria y un cáncer inoportuno lo obliga a considerar con menos furor su propio destino. Fue su camino de Damasco que le abrió la posibilidad de una dimensión en la que nunca había pensado y para la que no lo había preparado su formación exclusivamente kantiana.
De esta inesperada aventura surgen dos ensayos: “Deux siécles chez Lucifer” que es un definitivo arreglo de cuentas con la filosofía moderna y “Dieu est Dieu, nom de Dieu” que nos coloca en la abrupta pendiente de una polémica bernanosiana contra las actitudes tomadas por la Iglesia de Francia en los años que sucedieron a Vaticano II.
“Les Deux Siécles chez Lucifer” se inicia, polémicamente, con una pregunta que todos los buenos radicales imbuidos de filosofía debieran hacerse: ¿Por qué estos tiempos de horror, de guerras y de carnicerías científicas, de campos de concentración y procesos de exterminio están regidos por ideologías que no hacen más que hablar de libertad, de humanidad, de derechos del hombre y de sistemas de emancipación universal?.
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