por el Dr. Antonio de Oliveira Salazar
CAPITULO III
Dictadura administrativa y revolución política
Dictadura administrativa y revolución política
Este discurso viene a ser un balance de la obra realizada por la Dictadura al cuarto año de su advenimiento. El acto tuvo lugar el 28 de Mayo de 1928, en una reunión celebrada en la Sala do Risco con asistencia de los jefes y oficiales del Ejército y la Marina.
En aquella ocasión el Dr. Oliveira Salazar, llevaba dos años desempeñando el Ministerio de Hacienda.
El desorden político, financiero, económico y social
Se dice que los reyes no tienen memoria; pero parece que los pueblos aún la tienen peor. Si se fuera a dar crédito a las cosas que por ahí se escriben y a muchas más que por ahí se dicen, los cuatro años de Dictadura que han transcurrido serian inexistentes en la historia de Portugal. En el ansia de mejoras y de mayores progresos, se esfuma el recuerdo de los males que veníamos sufriendo, y no se aprecia debidamente el bien que ahora disfrutamos. Acordémonos del pasado, para hacer justicia al presente. Antes de haberse iniciado el trabajo de reorganización, una sola palabra — desorden — definía en todos los aspectos la situación de Portugal.
El desorden político
En la cumbre — en parte causa, en parte efecto de todos los demás desórdenes—el irregular funcionamiento de los poderes públicos. Fueran los que fueran el valor de los hombres y la rectitud de sus intenciones, los partidos, las facciones, los grupos, los centros políticos se creían legítima encarnación de la democracia, ejercían de hecho la soberanía nacional, y organizaban, además, los movimientos sediciosos. La Presidencia de la República no tenia fuerza ni estabilidad. El Parlamento ofrecía permanentemente un espectáculo de desacuerdo, de tumulto, de incapacidad legislativa o de obstruccionismo, escandalizando al País con sus procedimientos y la inferior calidad de su trabajo. A los ministerios les faltaba consistencia; no podían gobernar incluso cuando sus miembros lo querían. La administración pública, comprendiendo en ella la de los núcleos autárquicos y la de las colonias, no representaba la unidad, ni la acción progresiva del Estado; era, por el contrario, el símbolo vivo de la desconexión general, de la irregularidad, de la falta de coordinación, apta para engendrar el escepticismo, la indiferencia y el pesimismo en los mejores espíritus.
Desorden: el desorden político.
El desorden financiero
En correspondencia con éste, que envenenaba toda la vida portuguesa, existían en la metrópoli y en las colonias el desorden financiero y el desorden económico, agravándose mutuamente y aumentando el desorden político, en un circulo vicioso de males nacionales. No está en mi ánimo examinar minuciosamente aquel estado de desequilibrio financiero en que se absorbían todos los ingresos normales, todo el rendimiento de los nuevos impuestos y tasas votadas por el Parlamento, sin enjugar el déficit que devoraba las emisiones de billetes del Banco de Portugal y las disponibilidades de la Caja Económica Portuguesa, los bonos del Tesoro y la deuda consolidada, mientras que en el presupuesto, en la Tesorería y en las cuentas, los excesos de las autonomías legales o ilegales, y los atrasos en los pagos, en las liquidaciones, en los contratos y en las estadísticas, introducían la incertidumbre y la confusión. Renuncio a fatigaros con números, pero hay una cifra que merece la pena de ser citada. Ya después de la guerra, y apesar de los esfuerzos interesantes, pero aislados, que se hicieron para remediar la situación, el déficit anual, reducido a oro al cambio medio de cada ejercicio, fue de cerca de cinco millones de libras esterlinas, lo que representa, en seis años, unos treinta millones de libras, o sean tres mil millones de escudos. Y es sabido que de tan grandes sumas gastadas, fue bien modesta la parte destinada a un enriquecimiento verdadero y a una valorización, del activo nacional.
Desorden: el desorden financiero.
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