Por Tomás Baviera Puig
Tomado de Nuevo Encuentro
«Un joven que quiera seguir siendo un perfecto ateo no puede ser demasiado exigente con su lectura. Hay trampas por todas partes». Así recuerda C.S. Lewis su encuentro con los libros de Chesterton durante una convalecencia en la Primera Guerra Mundial. En aquel momento, Lewis era un ateo cabal en edad universitaria. Sin embargo, su lectura inició la aproximación hacia la fe de alguien que llegaría a ser uno de los grandes apologistas del cristianismo en el siglo XX.
¿Qué encontró Lewis en esos libros? Chesterton tenía la habilidad de ayudar a ver las cosas de un modo nuevo. Y eso lo supo hacer admirablemente con la fe cristiana. Para ello, tuvo que abrir nuevos caminos intelectuales que le condujeron a una visión más profunda y más alegre de la realidad. Joseph Pearce señala la novedad de sus libros: «El cristianismo de Chesterton era contagioso y, gracias a sus penetrantes paradojas y a su quijotesco entusiasmo, muchos comenzaron a descubrir el atractivo de la ortodoxia».
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) fue, sobre todo, un periodista. Dotado de una inteligencia profunda y de una vitalidad desbordante, pronto destacó en ambientes intelectuales y políticos ingleses. Cultivó prácticamente todos los géneros literarios. Es conocido sobre todo por las historias del Padre Brown, un sacerdote católico que posee una inusual habilidad como investigador policial.
El 25 de septiembre de 1908 publicó Ortodoxia. En este libro esbozó su particular filosofía y el itinerario intelectual que le condujo a la fe cristiana. En este viaje la brújula principal que le orientó fue el sentido común. Si bien todavía no había ingresado en la Iglesia Católica (lo haría en el año 1922), su cabeza era ya católica.
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