El bautismo
NTRARON en la iglesia de improviso un hombre y dos mujeres; una de ellas era la esposa de Peppone, el jefe de los rojos. Don Camilo, que subido sobre una escalera estaba lustrando con "sidol" la aureola de San José, se volvió hacia ellos y preguntó qué deseaban.
–Se trata de bautizar esta cosa – contestó el hombre. Y una de las mujeres mostró un bulto que contenía un niño.
–¿Quién lo hizo? –preguntó don Camilo, mientras bajaba.
–Yo –contestó la mujer de Peppone.
–¿Con tu marido? –preguntó don Camilo.
–¡Por supuesto!... ¿Con quién quiere que lo hiciera? ¿Con usted? – replicó secamente la mujer de Peppone.
–No hay motivo para enojarse. – observó don Camilo, encaminándose a la sacristía – Yo sé algo... ¿No se ha dicho que en el partido de ustedes está de moda el amor libre?
Pasando delante del altar, don Camilo se inclinó y guiñó un ojo al Cristo.
–¿Habéis oído? – y don Camilo rió burlonamente – Le he dado un golpecito a esa gente sin Dios.
–No digas estupideces, don Camilo. – contestó fastidiado el Cristo – Si no tuviesen Dios no vendrían aquí a bautizar al hijo, y si la mujer de Peppone te hubiese soltado un revés, lo tendrías merecido.
–Si la mujer de Peppone me hubiera dado un revés, los habría agarrado por el pescuezo a los tres y...
–¿Y qué? –preguntó severo Jesús.
–Nada, digo por decir – repuso rápidamente don Camilo, levantándose.
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