En la imagen Antonio Aparisi Gujarro
Por José F. Acedo Castilla
I
ntonio Aparisi Guijarro (1815-1872) fue uno de nuestros más grandes caracteres. Sabía insinuarse y escuchar. Su oratoria, como afirma Menéndez y Pelayo, tenía unas características singulares: pasión, ternura, gracia, lirismo y melancolía.
Esteban Bilbao, tras cotejarlo con dos colosos del pensamiento español en el siglo XIX, Balmes y Donoso Cortés, llega a la conclusión de que si Donoso es el rayo que arrebata y Balmes, la luz que ilumina, Aparisi es la poesía de un ideal.
Para Elías de Tejada, Aparisi, debe ser reputado como pensador de la contrarrevolución, fiel a los postulados de la monarquía tradicional. Tiene, como Balmes, el «seny» de las gentes catalanas. Para Santiago Galindo, Aparisi representa en la escuela tradicionalista la experiencia y desarrollo de un sistema de libertades concretas, frente a las Constituciones demoliberales, en las que suele ser un formalismo.
Defendía las libertades reales contra las libertades retóricas. Su idea de la libertad era la misma que poco después definiría Enrique Gil Robles como «La facultad de elegir lo conveniente al propósito respectivo ordenado a los correspondientes fines, y dentro del círculo de las facultades de cada persona, según su estado jurídico y conforme a la eterna divina ley».
Para León Galindo Vera -el amigo entrañable y su primer biógrafo- Aparisi representó la unión de los católicos españoles para la restauración de la monarquía tradicional.
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