Enviado por María Luz López Pérez
por el R.P. Jaime Balmes
Carta V
La sangre de los mártires.
Asiéntase el hecho histórico. Se propone una dificultad contra la fuerza de este argumento. Pasaje de Prudencio. Lo que puede el entusiasmo por una idea. Reflexiones sobre la exaltación de ánimo, según las causas de que procede y el objeto a que se dirige. La guerra. El duelo. El valor y la fortaleza. Régulo y Scévola. Los mártires. Situación horrible en que se encontraban. La persecución y el entusiasmo. Disípase un error muy dañoso. El perseguir una doctrina no es buen medio para
propagarla. Pruebas tomadas de la filosofía y de la historia. Cotejo entre la propagación del cristianismo y la del protestantismo.
a veo, mi estimado amigo, que me ha de ser muy difícil realizar el pensamiento que en un principio me proponía de dar cierto orden a la discusión religiosa que íbamos entablando, encerrándola en un cauce del cual no pudiese salir, sin perjuicio de dirigirla por países amenos, y permitiéndole tortuosidades caprichosas, que le quitasen la apariencia de la regularidad escolástica, y diesen a la materia un aspecto agradable y entretenido. Inútiles son todos mis conatos para hacerle entrar a V. en este plan; pues, según parece, le gusta más el tratar puntos inconexos, divagando como abeja entre flores. Aun cuando conozco muy bien los inconvenientes de este sistema de conducta, y, si mal no me acuerdo, se los llevo ya indicados en una de mis anteriores, preciso se me hace el seguirle a V. por el camino que le place señalarme, para que no le venga a V. a la mente que trato de esquivar cuestiones delicadas, y que, envolviendo a mi contrincante en una nube de autoridades y, de raciocinios teológicos, me propongo ocultar puntos flacos, apartando de ellos el peligro de un ataque. Sin embargo, esta necesidad fuera para mí más desconsoladora, si V. no se sirviese advertirme que «no carece del conocimiento de las mejores obras que se han escrito en defensa de la religión, y que, reservándose estudiarlas para cuando haya más tiempo y paciencia, sólo intenta en la actualidad aclarar, por vía de recreo y esparcimiento, algunos puntos difíciles, como quien quita la broza que impide la entrada a un camino anchuroso».
A decir verdad, no me desagrada que V. haya traído la discusión sobre el punto de la sangre de los mártires, pues es asunto sobre el cual hay mucho que decir, y en el que tarde o temprano hubiéramos tenido que entrar, si la controversia hubiese seguido el curso que yo deseaba. Esta sangre es, a no dudarlo, uno de los argumentos más firmes en apoyo de la verdad de nuestra santa religión, y así, al examinar las razones que los cristianos podemos alegar en defensa de nuestra fe, o, como suele decirse, los motivos de credibilidad, tampoco hubiera yo olvidado el presentarle a V. ese prodigio, en que personas de todas las edades, sexos y condiciones mueren con heroica fortaleza, por no profanarse ni con un solo acto que no estuviese conforme con la fe del Crucificado.
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