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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

13 de septiembre de 2009

13 de Septiembre, Nuestra Señora del Milagro, Salta, República Argentina





a procedencia de la imagen no está determinada, pero su análisis muestra que la cabeza y las manos son de distinto origen al cuerpo tallado, al que fueron añadidas.
Inicialmente la Virgen del Milagro fue una Inmaculada de bulto completo con manto, todo tallado en madera. Esta imagen fue labrada nuevamente para hacerla articulada y poder vestirla con indumentarias de tela. Al respecto, Monseñor Toscano escribió: “La novedad que todo lo invade, comenzó por ponerle vestidos de tela, costumbre que se ha perpetuado hasta hoy, desperfeccionándosele, con este motivo, algo de la cabeza para acomodarle pelo postizo, y los brazos para hacerlos susceptibles de ser cubiertos de ropa”.
El ajuste a la nueva moda fue realizado por Tomás Cabrera, como consta en la tarjeta orlada sobre el pecho que dice: “Tomás Cabrera, la encarnó. Año 1795”(encarnar significa darle color carne a las esculturas, y nada tiene que ver con el tallado del cuerpo completo). La túnica tallada está ornamentada con finas líneas de oro sobre pintura que simulan brocato y una ancha faja de pan de oro en su borde inferior.
En el año 1692 la imagen de Inmaculada Concepción de María, que luego se llamaría Virgen del Milagro, se encontraba a tres metros de altura en un nicho del retablo del Altar Mayor. Cuenta la historia que aquel 13 de septiembre, después de los fuertes y reiterados temblores que destruyeron la ciudad de Esteco y fueron percibidos con singular intensidad en la ciudad de Salta, se encontró la imagen de la Inmaculada en el suelo sin que sufrieran daño su rostro y manos, y según la tradición perdió los colores del rostro que quedó pardo y macilento. La imagen fue llevada a la casa del alcalde Bernardo Diez Zambrano donde se oró toda la noche.
Al día siguiente, 14 de septiembre, se colocó la imagen, que todos querían venerar, en el exterior de la Iglesia Matriz donde continuaron los cambios
de colores del rostro y fue entonces cuando muchos fieles comenzaron a llamarla “del Milagro”.
Una nueva historia empezaba para esta sencilla imagen y para los salteños, que jamás abandonarían su culto y su devoción. Según la tradición oral y el exhorto de Chávez y Abreu, el padre jesuita José Carrión recibe la revelación de que el Santo Cristo Crucificado de la Iglesia Matriz, que tenían sin devoción y sin sacarlo en procesión, habría perdonado a Salta a pedido y súplica de la Madre de Dios del Milagro. Los padres jesuitas recordaron al Santo Cristo y lo liberaron de su encierro; lo colocaron frente a la iglesia que la Compañía de Jesús tenía en el centro de la ciudad. La imagen fue sacada en procesión por los fieles salteños con el ruego de que cesaran los temblores, lo que finalmente ocurrió.
En la ciudad de Salta, todos los años, del 6 al 15 de septiembre, se llevan a cabo las celebraciones del Milagro. Es la mayor manifestación de fe de la provincia en honor a las sagradas imágenes de Señor y la Virgen del Milagro, patronos de Salta. El día 15 culmina con una multitudinaria procesión de la que participa el pueblo de Salta y peregrinos de todo el país.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL MILAGRO

Virgen del Milagro, vengo a pedirte tu amparo de Madre, tu protección amorosa de Señora y Reina de Misericordia. Te ruego me asistas en mis necesidades, protejas desde el solio de tu poder suplicante a los que amo y por quienes imploro tu singular patrocinio.
Virgen Fidelísima, que la doctrina de tu divino Hijo ilumine mi vida, y pueda con el testimonio de mis buenas obras hacer triunfar en el mundo el Reino de Cristo Crucificado; enciende la llama del amor fraterno, que me haga ser más hermano con mis prójimos, y siembre el bien en este mundo cargado de males y rencores. Sé siempre mi esperanza en las luchas diarias y que por tu cariñosa protección de Madre reciba el premio de mi lealtad de hijo de Dios en la dichosa Patria en la que Tú eres Reina y Soberana. Amén.


El mismo día: San Amé o Amado, Abad y Confesor



obre el abad del célebre monasterio alsaciano de Remiremont, San Amado, nos informa ampliamente una Vita antigua, escrita unos cincuenta años después de su muerte. Su autor se muestra gran entusiasta del Santo, pero mezcla en su biografía multitud de cosas, por las que da claramente a entender que se trata de adiciones más o menos legendarias. Sin embargo, si bien se mira, en el fondo de la exposición es enteramente digno de fe, y por lo que se refiere a la descripción de la vida monástica del tiempo, coincide substancialmente con otras obras clásicas de Luxeuil y Bobbio.

Así, pues, conforme a esta Vita, nació Amado hacia el 565 en un arrabal de Grenoble, en Francia, de una familia galo-romana, y siendo todavía niño fue conducido por su padre hacia el año 581 a Agauno (St. Moritz), donde se inició en la vida monástica; se ordenó de sacerdote y pasó treinta años en la práctica de la oración y de la vida religiosa. Con todo esto fue creciendo cada vez más en él el ansia de la soledad y de la vida eremítica, por lo cual escapó del monasterio y se internó en la montaña, donde se entregó a una vida completamente solitaria. Indudablemente, en los detalles que refiere la biografía sobre el modo como realizó esta huida a la soledad y lo que ocurrió durante los años siguientes, hay aditamentos propios de la leyenda; pero lo que aparece claramente a través de toda la narración es el espíritu eminentemente contemplativo de Amado, que deseaba vivir en la más absoluta soledad. Semejante fenómeno ocurría frecuentemente en los grandes monasterios medievales, como por ejemplo en Montserrat, donde se construyeron para este efecto celdas solitarias, a donde podían retirarse estos anacoretas y llevar allí una vida de contemplación y penitencia.
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