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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

18 de septiembre de 2009

¡De dónde viene todo esto?



por el Dr Aníbal D´Angelo Rodríguez


Tomado del Blog de Cabildo





ACTO PRIMERO


n la Revolución Francesa los jacobinos eran la izquierda, caracterizada por proponerse profundizar la Revolución, es decir distanciarse categóricamente del “antiguo régimen” y de la Iglesia. Protagonizan el primer caso moderno del terrorismo de Estado, practicando una extrema violencia, asesinando inocentes y creando terror en la población, que no se anima a reaccionar. Con excepción de los católicos de La Vendée que son objeto del primer genocidio de la Historia.

Frente a ellos la derecha revolucionaria quiere también el cambio, pero a un ritmo más lento. Superada la antinomia por la aparición de Napoleón, la herencia jacobina quedará, en el siglo XIX, en manos del socialismo, que añade ahora una preocupación central por la situación de la nueva clase de obreros creado por la Revolución Industrial. En verdad, los intelectuales de izquierda encontraron así una tropa capaz de hacerles la revolución a la que ellos —por su escaso número— no podían aspirar.

El marxismo es la forma final del socialismo. Pretende ser un socialismo “científico”, es decir, que sus propuestas no serían recomendaciones “utópicas” (como las de los socialismos anteriores) sino anticipo de lo que va necesariamente a suceder, revelado por la aplicación del método científico al estudio de la sociedad. Y lo que revela ese método según el marxismo se puede resumir en tres puntos.

Uno, habrá cada vez menos ricos que serán cada vez más ricos y cada vez más pobres que serán cada vez más pobres.

Dos, esa polarización de la sociedad desembocará necesariamente en una revolución, la última y decisiva. Esa revolución se hará a través de las huelgas que cada vez serán más intensas y duraderas hasta desembocar en la huelga revolucionaria.

Tres, de la revolución surgirá, tras un período de transición, una sociedad sin conflictos, ya que al desaparecer la propiedad privada de los medios de producción desaparecerán las clases y con ellas (y su lucha) la fuente de los conflictos.

Ya a fines del siglo XIX era evidente que no se estaban cumpliendo las predicciones de Marx pues la sociedad, lejos de polarizarse, producía una extensa clase media. De esa comprobación van a surgir dos actitudes:

Unos optarán por mantener el esquema ideológico de Marx con sus tres puntos pero renunciando al choque violento entre explotadores y explotados, reemplazándolo por la lucha política tal como se realiza en los Estados constitucionales de Derecho que por entonces surgían y se afianzaban en todo Occidente. Ese es el camino de la socialdemocracia.

Otros optarán por explicar el error de Marx y buscar otra justificación y otros métodos para la revolución. Enseguida los veremos, en el segundo acto de este drama. Recordemos esa primera línea “civilizada”, europea y evolucionista (es decir no revolucionaria) que se prolonga hasta nuestros días, pues estos tres actos que veremos no son sucesivos, sino acumulativos.

SEGUNDO ACTO

A principios del siglo XX comienza el segundo acto. Su iniciador es Vladimiro Ulianov, conocido por Lenín. Explica que la polarización social que Marx predijo no sucedió porque las potencias europeas —explotando a sus colonias— obtuvieron los fondos para “sobornar” a sus clases proletarias aumentando sus salarios y evitando de ese modo que los pobres fueran cada vez más pobres.

Si esto es así —dijo— el conflicto se traslada de Europa al resto del mundo explotado por Europa y la huelga revolucionaria se transforma en guerra revolucionaria. Porque en el mundo explotado apenas hay proletariado (casi no hay industria) y la huelga aquí no sirve. Se abre, pues, una batalla crucial en una guerra distinta, una guerra del campesinado —allí donde se den las condiciones— o una guerrilla urbana terrorista —allí donde las circunstancias lo aconsejen.

Así fue la historia de la guerra del siglo XX que comenzó en Rusia, en 1917, y se extendió después al mundo entero, de Vietnam a Cuba y de la China a la Argentina. Los guerrilleros que la hicieron cosecharon a veces éxitos (creación de Estados “revolucionarios” desde los que se ayudaba a los revolucionarios de otros países) y a veces fracasos (derrotas militares).

A fines de la década de los ochenta se derrumbó el primero de esos Estados, la Unión Soviética, que volvió a ser Rusia. Como piezas de dominó cayeron también otros Estados de esa clase; unos pocos variaron el sistema económico, aunque mantuvieron la dictadura del Partido Comunista (China, Vietnam) y un par de ellos (Cuba, Corea del Norte) intentan todavía remontar sus sucesivos fracasos.

Tras medio siglo (o más) de aplicación del sistema que terminaría los conflictos, no han conseguido ni siquiera alimentar a su población. Pero eso si: con misiles intercontinentales (Corea) o con miles de médicos (Cuba).

Sorpresivamente, al iniciarse el siglo XXI, surgió en América Latina una repetición del camino revolucionario, pero tratando de utilizar ahora, para construir poder, las estructuras democráticas. La retórica es la de los Estados “proletarios” del siglo XX y también el objetivo final: la reducción o eliminación de la propiedad privada de los medios de producción. Solo que —por ahora— no se hace uso de la violencia, sino de las elecciones.

De todos estos hechos surge una segunda línea de izquierdistas: los nostálgicos de los desaparecidos Estados revolucionarios “clásicos” y los partidarios de los nuevos Estados revolucionarios “democráticos”. (Hay que poner esta palabra con comillas porque los socialistas del siglo XXI utilizan instrumentalmente a la democracia pero su retórica y sus antecedentes muestran que la abandonarán en el primer conflicto profundo entre sus objetivos económico-sociales y las formas democráticas).

TERCER ACTO

En las décadas segunda y tercera del siglo XX un italiano llamado Antonio Gramsci, comunista preso en las cárceles del fascismo, escribió una obra profusa y compleja en la que corrigió a Marx por segunda vez.

La tesis de Gramsci puede resumirse así:

Uno, la verdadera batalla no es entre proletarios y burgueses dueños de los medios de producción. Eso fue una etapa que está terminando. La verdadera batalla no es económica ni social: es cultural.

Dos: la antinomia decisiva no es entre proletarios y burgueses, sino entre inmanencia y trascendencia. El mundo de los dioses con que se nos ha dominado por milenios o el mundo del hombre solo y triunfante.

Tres, en esa batalla la tropa son los intelectuales, no los proletarios. Son ellos los que derribarán la ciudadela de los dioses y edificarán el mundo del hombre por fin liberado de sus ataduras.

Para explicar por qué los intelectuales marxistas “blanquean” su papel de conductores de la guerra cultural hace falta una disgresión: en la primera etapa el protagonista según Marx era el proletario europeo explotado. Al cambiar su suerte, en la Europa rica, perdió sus caracteres de clase expoliada. Como residuo, quedó la social democracia, partido mayoritario o muy extendido en buena parte de Europa.

En la segunda etapa el protagonista fue el revolucionario, el luchador obrero, campesino o intelectual que hizo la revolución.

Como residuo quedaron los centenares de grupúsculos comunistas, trotskistas, maoístas, etcétera, más los nuevos grupos del socialismo del siglo XXI.

Pero ¿qué había pasado, entre tanto, en las sociedades. En las “desarrolladas”, en las “semidesarrolladas” como la Argentina y aún en las subdesarrolladas, aunque menos.

Una transformación en la que nadie había pensado. El surgimiento de centenares de oficios que no son ni de proletarios, ni de campesinos ni de la pequeña burguesía típica de las grandes ciudades (empleados). Esos oficios tienen algo en común: no implican casi nada de actividad física sino mental y el uso de la palabra como principal instrumento. Periodistas, comentaristas, pensadores que se expresan en los medios, profesionales como psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, artistas de la palabra: escritores e intérpretes de sus palabras en teatro, cine y televisión, docentes (en un sistema de enseñanza que ha crecido exponencialmente), personas que trabajan en muchos de los oficios surgidos de la computación. No son obreros, no son campesinos, viven de las palabras y obtienen de ellas una cuota de poder. En su mayoría desarrollan tareas que o no existían hace un siglo o eran muy minoritarias. Los economistas describen este fenómeno hablando del crecimiento del sector terciario (servicios) de la economía que pronto supera —en personas ocupadas— a los sectores primario (extractivo) y secundario: transformador o industrial.

Dicho de otra forma: millones de personas usan cada día la palabra como su medio de vida: la transmiten, la expresan, la combinan, la pronuncian para otros, la usan, la corrompen y la falsifican. Como se comprenderá, el tipo humano resultante es muy distinto del proletario, del campesino y hasta de la pequeña minoría intelectual que ha habido siempre en todas las sociedades.

Su familiaridad con la palabra les da la impresión de que saben o pueden saber, que entienden mejor que nadie lo que pasa. La palabra funda oficios prestigiosos, en los que algunos ganan mucho dinero y los que no, al menos no sufren las cargas físicas que otros oficios imponen. Los dos grupos más grandes y poderosos son los periodistas (en muy amplio sentido) y los docentes. De una u otra manera ambos educan a las gentes, transmitiéndoles eso que ellos saben.

Estos “hombres de la palabra” constituyen la tercera capa de las clases dirigentes de nuestro tiempo: la primera son los políticos y los pensadores social demócratas (no sólo los que llevan ese nombre sino los que lo son con otro nombre, como los radicales en nuestro país). La segunda son los revolucionarios sobrevivientes y los intelectuales extremistas, con poca importancia política por ahora (salvo en los países en los que se experimenta el socialismo del siglo XXI).

Estos hombres le han arrebatado su oficio a los clérigos: suministran conceptos, ideas, valores a una sociedad que en ancha medida se ha desinteresado de la palabra de Dios pero no puede vivir sin orientaciones.

Las tres capas se identifican políticamente como de izquierda y culturalmente como progresistas. El progresismo proporciona los argumentos que el izquierdismo convierte en leyes: matrimonios homosexuales, aborto, eutanasia, educación sexual. Esas son las vías de penetración en la sociedad que de esa manera se cuartea y derrumba.

Porque la sociedad tradicional enseñaba que la familia es la célula básica de la sociedad, una Institución sobre la que se edificaba todo un orden social. Pero hoy ¿se puede construir una sociedad sobre el divorcio cada vez más fácil, sobre el aborto como un “derecho”, sobre el “matrimonio” de homosexuales? Los valores del progresismo: el hombre triunfante sobre los dioses, sirven para formar una sociedad de individualistas patológicos, es decir una sociedad que en el largo plazo es inviable.

TODOS UNIDOS TRIUNFAREMOS

El objetivo final es la inmanencia, el mundo sin Dios, el hombre sin ataduras. El camino es la libertad absoluta y la igualdad completa. A las que se oponen, la represión y la discriminación, los pecados sin expiación.

Día 2 de julio del año del Señor de 2009. Se reúne la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En debate un proyecto declarando un día de septiembre como el Día de la Prevención del Embarazo Adolescente No Planificado. Eufemismo para justificar la entrega, a adolescentes de todos los géneros, de la Píldora del Día Después, el aborto cuando ésta falle y cuantos objetivos modernos y progresistas pueda Usted imaginar.

Un chusco hubiera dicho que para prevenir el embarazo adolescente lo mejor sería enseñar a las dichas adolescentes a mantener las piernas cerradas. Pero eso era antes, en épocas de la represión y la discriminación. Ahora les damos clases de Educación Sexual enseñándoles diversas formas de abrirlas. Y sin culpas ni preocupaciones pues si hay consecuencias la “ciencia” las salvará con la farmacia (la píldora) o el quirófano (el aborto). Y todo a cargo del Estado. Un mundo feliz.

Bueno, volvamos a la Legislatura porteña. Sin debate, se aprueba el proyecto por unanimidad. Ni un voto en contra, ni una voz objetando. Votan desde luego la Coalición Cívica, el Frente para la Victoria y diversos partidos cuyos nombren son toda una definición: Igualdad social, Autonomía con Igualdad, Encuentro Progresista, Nueva Izquierda. Sin sorpresas ni deserciones. Pero vota también disciplinadamente y en bloque la Propuesta Republicana, PRO para los amigos, el partido “de derecha” cuya más conspicua representante es la renguita Michetti, sedicente cristiana y supuesta objetora del aborto.

Aquí tenemos una novedad… que no es tal. Mientras la izquierda ha tenido en Europa desde hace más de un siglo un Partido vertebral: el socialismo, la derecha continental no ha gozado de esa ventaja. Sólo en Gran Bretaña los Tories y en Estados Unidos los republicanos han representado una derecha pragmática y no siempre coherente pero por o menos presente.

En el resto de Europa no hay ningún grupo que ostente una carrera tan larga como la de republicanos y Tories. ¿La razón? Muy clara: en la Europa católica ha habido en verdad dos derechas: la religiosa (desde que León XIII autorizó los Partidos católicos) y la liberal. Han coincidido en algunos lugares y tiempos (en el seno de un solo Partido o como grupos diversos pero aliados) y han divergido en otros lugares y tiempos. Es que suele olvidarse que los objetivos finales de la derecha liberal son iguales (salvo en matices) a los de la izquierda. Las diferencias residen más bien en modos y tiempos. Y sobre todo en el talante más conservador que revolucionario del hombre de derechas. Lo que ha acercado la derecha liberal a los grupos católicos es la cuestión de la propiedad privada o la imprudencia verbal de la izquierda, debida al vínculo más emocional que político de la social democracia con los revolucionarios. (Con esto se señala que toda la izquierda admira en secreto a los revolucionarios aunque diga no compartir sus métodos. Por eso toda la izquierda votó aberraciones como la anulación legislativa de la Ley de Punto Final).

El voto unánime de la Legislatura es una clara advertencia de lo que está sucediendo ante nuestros ojos (pero de lo que no todos toman conciencia):

Primero: las diversas “capas” geológicas de la izquierda han unificado su lenguaje bajo la denominación de “progresistas”.

Segundo: la derecha liberal se ha rendido con armas y bagajes a ese lenguaje y desea mimetizarse cada vez más para que nadie recuerde sus adscripciones y cercanías a la derecha católica y a las “tiranías” (¡tan diversas!) de Franco, de Pinochet y de Videla.

Tercero: No existe hoy, en ninguna parte del mundo, una expresión política de la cosmovisión católica con alguna posibilidad de actuar eficazmente en política. No lo decimos como una acusación a los pequeños grupos que luchan en condiciones casi imposibles sino como una dolorosa toma de conciencia de la situación.

No existe en el mundo otra cosmovisión capaz de enfrentar a la progresista más que la católica. Pero la batalla en el interior de la Iglesia le hace imposible presentar una alternativa política coherente. (No necesito decir que no creo que sea la Iglesia jerárquica la que tiene que llenar ese vacío sino los laicos católicos.

Coincido en que la formación de partidos no es la única vía para hacer política, pero lo cierto es que hoy los enemigos jurados de la Iglesia ocupan la totalidad del panorama político y eso es un hecho grave que merece al menos reflexión. La votación en la Legislatura Porteña debería llamarnos a esa reflexión.

INFORME SOBRE CIEGOS

Te ruego, lector amigo, que releas lo que digo más arriba sobre esos “hombres de la palabra” que tejen, cada día, la tela del traje del Emperador, es decir las palabras que constituyen la ideología del progresismo. ¿Recuerdas lo que dije sobre los periodistas? Bueno, ahora tolle, lege.

En “Clarín” del 10 de julio aparece una “carta de lector” referida a la reciente muerte del dibujante Andrés Cascioli. El remitente dice que no lo conoció, como no conoció a John Lennon ni al Che Guevara pero que todos ellos “fueron parte indisoluble de mi adolescencia, teñida de sueños e ideales en búsqueda de un mundo mejor”.

Este entusiasta lector cree que Cascioli y los otros como Cascioli que publicaron en pleno Proceso la revista “Humor”, “representaron un huracán de aire libertario en medio de tanta basura, censuras, bajezas, traiciones, destierros y muerte”. Es más, cree que leer la revista mencionada “fue la posibilidad de encontrarnos con una verdad ignorada por el cínico poder dictatorial”. Lo cierto es que al pobre lector “le es muy difícil expresar la sensación que le producía las notas y tiras de…” y sigue un inventario de los zurdos y zurdas que colaboraron en “Humor”. Termina ensalzando de nuevo a quien “clarificó mis días juveniles”.

Fácil recurso, lamentar que un ciego se muestre agradecido con el otro ciego que lo guió hacia el abismo. Es verdad, pero esta verdad deja afuera otra cuestión. Porque lo cierto es que este lector encontró en Cascioli y en “Humor” el mensaje que ningún otro le pudo hacer llegar. ¿Oiría algo distinto en su Colegio? Bajo el Proceso, la mayoría de los docentes calló su ideología progresista sin renunciar a ella, pero muy pocos fueron capaces de dar otro mensaje, de enseñar otros caminos.

Uno se siente inclinado a comprender, aunque no a aprobar a los pobres ciegos que tropiezan con otros no videntes que dicen saber el camino. Así funciona el sistema de los hombres de la palabra que hacen de gurúes de este siglo sin luces.

TRANSFERENCIAS

Según un prolijo aviso aparecido en “Clarín” del 10 de julio de 2009, el INADI, de larga fama, abre un concurso “de transferencias”. Primero, nos dice el objeto de tales transferencias. Son “para la asistencia técnica a organizaciones de la sociedad civil que luchan contra la discriminación”.

Bien. Luego nos informa qué se transfiere y a quién. Se transfieren “fondos de asistencia técnica” y se los transfiere a “proyectos de intervención y/o sensibilización”.

Bien. ¿Proyectos en qué temas? “de diversidad y no discriminación”.

Bien. Hasta aquí clarísimo: no se entiende una jota. Yo soy tan retrógrado, reaccionario y anticuado que no tengo la menor idea de qué me está hablando el INADI: ¿habrá que hacer un cursillo previo de neoparla? Los temas a tratar parecen interesantes, sea lo que fuere que hagan con ellos: “las propuestas ganadoras deberán abarcar, ente otras, las siguientes temáticas: género, diversidad sexual, diversidad religiosa” y otras varias diversidades. Hay una muy buena: “adultos y adultas mayores”, pero esa delicada concesión al bello sexo (si se me permite este troglodítico lenguaje) no se repite en “migrantes y refugiados/as” ¿cómo? y las “migrantas”? También me gustan mucho los “afrodescendientes” pero, digo yo ¿y los asiáticodescendientes? ¿entrarán?

Pero volvamos a nuestro tema. Lo único que me queda claro es que “se otorgará la suma de hasta diez mil pesos” a cada una de las propuestas ganadoras. Eso ya me gusta y/o sensibiliza más. Pero como no sé qué demonios tengo que hacer para ganarme esa suma, empezaré yo por un concurso previo en el que pueden participar mis lectores a fin de aclararme y/o explicarme en lenguaje llano y apto para ancianos reaccionarios:

1) Qué cosa se entiende aquí por transferencia;

2) Qué cosa es un fondo de asistencia técnica;

3) Qué cosa es un proyecto de intervención y/o sensibilización;

4) Quienes serán los jurados de este concurso y si se aceptan recomendaciones de personas del gobierno. En su caso, qué porcentaje pretenden estos de lo que se gane. Risum teneatis. Contén tu risa, amigo lector. ¿Ves cómo trabajan los hombres de la palabra? Repartirán premios de diez mil pesos a unos cuantos que entren en la lógica de su lenguaje. Y este uno entre millones de premios, de concursos y de certámenes que forman la tupida red con la que se intenta cambiar el sentido común de la gente común.

DISCURSO PERIMIDO

El discurso del progresismo tiene tres fuentes principales: el marxismo, el cientificismo y la neoparla de los medios de difusión.

El cientificismo es simple abuso de la ciencia, la pretensión de hacerle decir cosas que están fuera de su alcance.

El lenguaje de los medios de difusión es la burda simplificación de todos los tópicos revolucionarios con el común denominador del disfrute rápido y sin problemas de conciencia. Que cada uno procure el máximo de placer con el mínimo de responsabilidad.

¿Y el marxismo? Es placentero ver cómo esta parte del discurso progre termina de desmoronarse. ¿Ha visto Usted, amigo lector, esos castillos de arena que los chicos construyen en la playa y que luego, al atardecer, la marea alta barre?

En “Clarín” del 12 de julio nos encontramos con un artículo titulado “Los exhibicionistas de ideas arcaicas” firmado nada menos que por mi viejo conocido don Fernando Savater. Se refiere al marxismo y afirma que la literatura marxista del siglo XX —Lenín, Mao, Garaudy, Althusser, Marta Harnecker, Lukacs— “resultan hoy inimaginables como posible relectura. Son incompatibles con las mínimas pautas de ecología intelectual”. Y agrega estas palabras con las que coincido —¡quién me lo hubiera dicho!— plenamente: “Están escritos en una lengua artificial, pretenciosa y mortecina en la que es imposible decir nada digno de interés o cercano a cualquier forma de verdad. Incluso parecería, si no fuese por su intrínseco aburrimiento, que son una especie de parodia intelectual con toques inesperadamente humorísticos”.

Es cierto que —como no podía dejar de hacer— don Savater enseguida se bandea. Y funda su rechazo del marxismo primero en que se trata de “ideas arcaicas” y segundo en su irracionalidad producto de un cierto “milenarismo religioso” que impregnaría al marxismo. Y toma esto último como pretexto para darle una buena sacudida a las creencias religiosas “que no se pueden refutar intelectualmente (puesto que) no fueron adoptadas por razones inteligibles sino que responden a sentimientos…”

Bueno ¿y qué tal si le hacemos ver a don Savater que su progresismo, que le hace rechazar ideas por ser viejas es un pensamiento mucho más arcaico que el marxismo? Y que si bien tiene razón en identificar la religiosidad falsificada que hay en el marxismo, el problema proviene de fundar una supuesta visión “científica” sobre bases religiosas. En todo caso, el articulejo muestra lo acertado que estuvo Chesterton al decir que no valía la pena refutar las herejías… porque se refutaban entre ellas.

LA PICARESCA EN EL CINE

No, no se trata de que estén por filmar una nueva versión del Lazarillo o por hacer una serie con el Guzmán de Alfarache. Picaresca, sí. Española, también. Pero de otra clase.

El diario zurdo madrileño, “El País”, informa en su edición del 21 de mayo pasado, sobre la situación del cine en la península. Veamos algunos datos: se filmaron 173 filmes, de los cuales 46 no se estrenaron y 24 reunieron menos de cien espectadores.. O sea que 70 sobre 173 (algo más del 40%) han fracasado de una u otra manera. Hasta el momento en que se escribió el artículo.

Pero leyendo nos enteramos de bastantes cosas más: que ese porcentaje es, en 2008, sólo un poco más elevado que en el común de los años anteriores. Que todas las películas reciben subvenciones copiosas del gobierno central, de los gobiernos autonómicos, de la televisión (por ley). Que el promedio de la subvención (muy fácil de obtener) es de 780.000 euros (es decir unos cuatro millones de pesos). Que el cine norteamericano produce el triple de películas que el español pero la población norteamericana es siete veces mayor que la española.

Bien. ¿Quién gobierna en España casi desde la transición? El PSOE y el PP, el partido socialista obrero y el partido popular de derechas. Ambos prototípicos de la clase dirigente que hemos descripto más arriba.

Estas trampitas, esta picaresca, son también prototípicas de esa clase. Subsidian, con el dinero de los contribuyentes, a todos los amiguetes intelectuales. Se premian entre sí, se nombran (en los puestos culturales del Estado) los unos a los otros. Atiborran las Academias, las publicaciones, los suplementos intelectuales de los diarios. Una red tupida e inmensa que crea los prestigios y destruye la fama de los enemigos o —mejor aún— los hunde en el silencio.

Esta sí que es picaresca española. Y olé.

REBOTES

Mi amigo, el Director de esta impar revista me comunica un mail que le enviara un tal Cangiano, en el que luce una nota sin firma. En esa nota se critica una notícula de mi autoría aparecida en el número de marzo-abril de “Cabildo”. No contesto anónimos, aunque comiencen con un homenaje a mi talento, pero voy a concederle el beneficio de la duda al señor Cangiano y voy a suponer que es el autor de la nota.

Veamos.

Mi notícula es una crítica a un texto de la Secretaría de Derechos Humanos en la que sintetiza la historia de la guerra contrarrevolucionaria de esta manera: “El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas realizaron un golpe de Estado usurpando el poder e instalando, a partir de ese momento, el Terrorismo de Estado en la Argentina, metodología precisa y sistemática, producto de un plan político para la región, que estaba inmersa en procesos de luchas populares de liberación y reivindicaciones sociales en nuestro país”.

Comentando este texto, sostuve que era una versión para “lobotomizados o desinteresados”, pues olvidaba el pequeño detalle de que los jóvenes idealistas reprimidos por los militares “asesinaban, torturaban, secuestraban y ponían bombas”.

El Señor Cangiano (supongamos que sea él) me pregunta en qué desmiente la versión que yo cuento a la de la Secretaría de Derechos Humanos y por qué no complementar ambas versiones ya que el “que los «subversivos» (yo no uso ese término; es de Cangiano, con comillas y todo) hayan eventualmente (sic) asesinado, torturado, etc. no indica que las Fuerzas Armadas no hayan usurpado el poder e implantado el terrorismo de Estado”.

Con mucho gusto le explicaré al Señor Cangiano lo que me pregunta.

Él —y la Secretaría de Derechos Humanos— saben de buena tinta que hubo un plan para la región de reprimir a los jóvenes idealistas. Supongo que se refieren, ambos, al Plan Cóndor pero también a algo mucho más siniestro: un plan imperialista urdido por los Estados Unidos para sofocar esas “luchas populares” y esas “reivindicaciones sociales”. Para aceptar esto hay que pasar por dos pequeños obstáculos. El primero es que entre 1977 y 1980 gobernó los Estados Unidos Jimmy Carter, un presidente de izquierda que puso todos los palos posibles —Patricia Derian incluida— en las ruedas del Proceso. Pero claro que Cangiano tiene una versión del asunto inspirada mitad por Vladimiro Ulianov (a) Lenín y mitad por las películas de la serie Bourne. Los malos son “la C.I.A. y el Pentágono” que trabajan por su cuenta a espaldas del Presidente y el Senado. Pero ese obstáculo es lo de menos. El otro, ya más gordito, es que los militares del Proceso no fueron ni los primeros ni los únicos en reprimir a los jóvenes idealistas con terrorismo de Estado y todo. ¿Esa metodología precisa y sistemática” fue también la del gobierno constitucional peronista?

¿Se acuerda el Señor Cangiano de la represión legal de los primeros guerrilleros durante el gobierno de Illia?

¿Recuerda la represión legal, sin terrorismo de Estado, que hizo el gobierno de facto pero legalista de Lanusse?

¿Recuerda la amnistía de 1973 y cómo los terroristas “volvieron a matar”?

¿Recuerda lo que pasó en el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón y su señora esposa?

Los militares “usurparon el poder” como lo habían hecho otras cinco veces en el siglo, pero no “implantaron el Terrorismo de Estado”. Ya estaba implantado dos años antes. No hicieron más que continuarlo, si uno quiere usar una expresión inventada casualmente por los creadores del Estado terrorista. Uno lamenta ciertos métodos del Proceso pero a la luz de lo que pasó tras la actuación escrupulosamente legal de Lanusse se siente tentado a comprenderlos si bien no a justificarlos.

Vamos a ser breves. La versión real, simplificada en pocas líneas, de lo que pasó en la Argentina es ésta. A principios del siglo XX Lenín corrigió la versión marxista de la lucha por el poder para el proletariado. En lugar de la huelga revolucionaria, había que emprender la guerra revolucionaria.

En cumplimiento de esta consigna, desde 1917 hasta 1991 en todos los continentes se desató esa guerra en cuyo desarrollo los revolucionarios asesinaron a cien millones de personas. Esa guerra llegó a la Argentina entre 1965 y 1979 y fue enfrentada por gobiernos civiles y militares, constitucionales y de facto.

Tanto en algunos gobiernos civiles como en el último gobierno militar se utilizaron métodos ilegales de represión, cuya descripción es para la izquierda la de “terrorismo de Estado” y para las personas sensatas un “exceso en la legítima defensa”.

Esto aclarado, confieso no tener ya paciencia para responder las tonterías que el Señor Cangiano dice en la segunda parte de su nota. Es la versión zurda según la cual:

1) Lo que había en los setenta eran “luchas populares de liberación” y “reivindicaciones sociales en nuestro país” (¿Reivindicaciones sociales contra el gobierno constitucional peronista? ¿En serio?).

2) Los militares “mataron y murieron… para que ocurriera lo que efectivamente ocurrió, para que fuéramos lo que somos, un país arrodillado ante el imperialismo, inmerso en la degradación económica y moral, con millones de compatriotas subalimentados y regenteado por (la) partidocracia…”

Insisto en que no creo que valga la pena refutar estas afirmaciones. Son la versión zurda del conspiracionismo, una especie de enfermedad senil del izquierdismo.

Según ella Videla, Martínez de Hoz, Alfonsín, Menem, De la Rúa, Kirchner. Son todos parte de ese plan siniestro elaborado en la C.I.A. y el Pentágono.

Es que la zurda, sin un programa político desde que se cayó el socialismo real, se refugia en esta clase de simplificaciones que pretenden explicar todo y no explican nada. Con ellas tranquiliza su alma y duerme mejor: “todos, todos manejados por el imperialismo”. Solamente ellos, los grupúsculos residuales de la izquierda violenta, están libres del pecado. Los guerrilleros urbanos y rurales habrán “eventualmente” asesinado, pero su lucha era justa.

Bien. Si el señor Cangiano quiere tranquilizar su alma creyendo estas cosas, allá él. Puedo explicarle algunas cosas pero no puedo rehacer su concepción del mundo. Que le haga provecho.

ADDENDA
Mr. Cangiano bien podría argumentar aquí: “Pero usted no quiere aceptar a conspiración imperialista de los Estados Unidos pero adhiere a otra versión conspiracionista: la de la guerra revolucionaria”. Pare el carro, Herr Cangiano. La conspiración que Ud. aduce es una interpretación de complejos fenómenos de política internacional pero nunca sus protagonistas declararon su voluntad de actuar de esa manera y con esos objetivos. Yo no niego que entre los datos a considerar haya una cierta voluntad imperialista de los Estados Unidos. Se trata de un imperialismo muy especial, como de nación que fue colonia, pero imperialismo al fin. Lo que rechazo es la simplificación al uso hoy entre los zurdos según la cual todo se explica por esa voluntad. Ahora bien, Monsieur Cangiano, la “conspiración” llamada guerra revolucionaria ha sido descrita, propiciada, ensalzada y recomendada en miles de documentos de los propios “conspiradores”. Y esto no es una interpretación, sino la descripción de un hecho que solamente la ignorancia de la historia o la voluntad de ocultar permite omitir.


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