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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

19 de septiembre de 2009

19 de Septiembre, Festividad de San Jenaro, Obispo, y Compañeros, Mártires

ay santos de los que es más fácil conocer la misión que les cabe ejercer desde el cielo que la que cumplieron en la tierra. En este caso están muchos de los antiguos héroes cristianos, de los cuales la historia nos ha guardado muy poco, la leyenda algo más, pero de los que la devoción popular, ancha como un río, ha escrito secularmente su cometido de valedores e intercesores a favor de un pueblo o una época de la cristiandad. La continua intervención sobrenatural de San Jenaro en la vida de las gentes de Nápoles nos recuerda al Jesús clemente y poderoso que acallaba las tempestades y se compadecía de las muchedumbres; que vivía con los hombres y para los hombres y era oprimido a veces por las avalanchas del fervor popular. Nápoles, uno de los pueblos más vivaces y expresivistas de la tierra, asentado en esa maravilla que es la bahía partenopea, tierna y alegre como un nido, ha vivido bajo la amenaza del Vesubio, el siniestro volcán vecino, el monstruo nunca muerto, aunque con frecuencia dormido o dormitante. Nápoles, cantora y jovial, donde la naturaleza es exuberante y muelle, la temperatura maravillosa, la vida humana fácil y cómoda, pertenece a esas ciudades cuya psicología ha sido moldeada por el secreto terror a la desgracia, que siempre se cierne sobre ellas en la lontananza. Ante los vestigios de las antiguas erupciones, ante el recuerdo de las ciudades vecinas desaparecidas bajo la lava, ante el "respiro" periódico del volcán que se corona con la clásica humareda o "fumata", era lógico que Nápoles buscara —como Tebas— un exorcismo de sus zozobras. Nápoles es una de las ciudades donde son más abundantes los "telesmata", objetos mágicos que se enterraban al poner los fundamentos de las murallas o de las primeras edificaciones. La leyenda virgiliana encierra también un significado de protección de la ciudad. Nápoles cristiana encontró, por fin, el verdadero símbolo y sacramento en la sangre del mártir San Jenaro. La historia de la devoción a San Jenaro es la historia toda de Nápoles.
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