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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

7 de septiembre de 2009

POR LA CONVERSIÓN DE LOS QUE INJURIAN A DIOS DE PALABRA, ESCRITO O ACCIÓN *







Por el R.P. Leonardo Castellani








os que injurian a Dios con sus acciones son los pecadores. Todo pecado es una injuria a Dios, en la terminología legalista de la teología latina. Pero no es la intención de esta intención hacer rogar este mes por los pecadores: por ellos debemos rogar todos los días cuando tocan las campanadas de las ánimas, a eso de las 9 ó 10 de la noche, o a las 11, si el Gobierno adelantó la hora; si es que se conserva todavía en este país aquella vieja cristiana costumbre de los pueblos españoles e italianos, de doblar a muerto de noche para mandar a la gente a rezar y acostarse. Creo que eso en Buenos Aires ha sido archivado en el Reglamento de Ruidos Inútiles y Molestos y ha sido sustituido por el gracioso y nasal "Buenas noches" que nos da a las 11 el judío de Radio Belgrano. Ese judío sí que se podía decir que injuria a Dios de palabra y de acción, tan feo como habla el castellano el pobre: es un verdadero pecado.

Los argentinos en su gran mayoría no injurian a Dios de palabra o por escrito, en el sentido de la intención, la cual se refiere evidentemente a los escritos, gestos o dichos impíos, blasfemos y sacrilegos, o sea los actos que directamente envuelven contumelia contra la Divinidad o las cosas a ella relacionadas. Un tiempo hubo la costumbre en Buenos Aires de gritar frases injuriosas a los sacerdotes, hoy bastante remitida, y en muchos barrios enteramente desaparecida. Es cierto que persiste sin embargo, aunque en forma vergonzante e invisible, una superstición con respecto al sacerdote, que manda, so pena de una desgracia innombrable, hacer un gesto bastante obsceno al toparse; superstición procedente del sur de Italia, que es tan maligna e ingeniosa que parece haber sido discurrida por Asmodeo en persona. Es una combinación de pecado contra el 1°, el 4º y el 6º mandamiento. Si la conocen, ustedes me entienden.

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