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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

1 de febrero de 2009

El código de caballería cristiano, la respuesta a la Jihad del siglo XXI



por Nacho Montelácar


Tomado de Foro Santo Tomás Moro




os medios de comunicación occidental han venido a interiorizar las proclamas islamistas, y gustan de tildar a los terroristas musulmanes como “mártires” y se refieren a sus asesinatos como “inmolaciones”, asociando fuertemente estos crímenes a conceptos religiosos relacionados con la muerte ritual por causa de la fe en Dios, subyacentes en el imaginario colectivo de este Occidente cada vez menos cristiano. Tal conducta no es casual, y no debemos creer que dichos medios ignoran que el mártir cristiano sufre la muerte por no renegar de su fe, mientras el asesino islamista usa el mismo nombre cuando perece voluntariamente en el acto de asesinar a otras personas, generalmente inocentes, por causa de su fe.

La habitual intencionalidad de los mass media europeos y norteamericanos va en la dirección de mezclar todas las religiones a la hora de denigrarlas como algo fundamentalmente negativo.

Los “mártires” islamistas, que normalmente detonan un explosivo de forma que puedan alcanzar a otros, toman cierta semejanza con los kamikaze japoneses de la segunda guerra mundial, con la diferencia fundamental de que el honor de los nipones les hacía emplear para este menester a miembros del ejército regular y sólo los empleaban contra objetivos militares. Ninguna de estas dos circunstancias acaece en el caso contemporáneo.

Para no incurrir en el mismo error que la prensa, usaré a partir de ahora la expresión “asesinos suicidas de la Jihad”, que creo más ajustada, por definir los tres componentes que los definen: matan personas en el acto de su suicidio, y lo hacen en nombre de la guerra santa musulmana.

En el Alcorán, en efecto, se promete el paraíso a los combatientes musulmanes que mueran en el transcurso de una guerra contra los infieles. Nada afirma en cambio el libro sagrado de los musulmanes del asesinato de inocentes, mas la ideología islamista se tiñe (irónicamente) con ciertos presupuestos revolucionarios al considerar que los civiles que apoyan a un jefe enemigo son también enemigos, justificando su asesinato. La ausencia de una autoridad religiosa superior en el Islam, y la difusa definición de guerra santa o Jihad, permite a imanes sin escrúpulos organizar redes terroristas cuya fuerza se basa, principalmente, en la actuación de estos asesinos suicidas.

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