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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

2 de febrero de 2009

Ortodoxia (8)









por Gilbert K. Chesterton


VIII

El Romance de la Ortodoxia









enemos la costumbre de quejarnos por el trajín y la tensión propias de nuestra época. Pero la verdad es que la característica principal de nuestra época es una profunda pereza y fatiga; y el hecho es que la pereza real es la causa del trajín aparente. Tomemos un caso bastante evidente: las calles están llenas de taxis y de automotores; pero esto no se debe a la actividad humana sino a la comodidad humana. Habría menos trajín si hubiese más actividad; si las personas simplemente caminaran de un lado para el otro. Nuestro mundo se volvería más silencioso si fuese más extenuante. Y esto que es cierto del trajín físico aparente, también es cierto del aparente trajín intelectual. La mayor parte de la maquinaria del lenguaje moderno es una maquinaria destinada a ahorrar trabajo; y evita el trabajo mental mucho más de lo que debería. Se utilizan frases científicas como ruedas y pistones científicos para hacer aún más rápido y suave el camino de los cómodos. Hay palabras largas que pasan a nuestro lado como raudos y largos trenes. Sabemos que transportan a miles que están demasiado cansados, o son demasiado indolentes, para caminar y pensar por si mismos. Para variar, es un buen ejercicio tratar de expresar cualquier opinión que se tenga en palabras de una sílaba. Si usted dice: “La utilidad social de la sentencia indeterminada es reconocida por todos los criminalistas como parte de nuestra evolución sociológica hacia una visión más humana y científica del castigo”, podría usted hablar durante horas enteras y difícilmente necesitaría mover algo de la materia gris que hay en su cerebro. Pero si comienza usted con: “Quisiera que Jones vaya preso y que Brown diga cuando es que Jones podrá salir,”[125] descubrirá usted con horror que está obligado a pensar. Las palabras largas no son las difíciles; son las palabras cortas las que resultan difíciles. Hay mucha más sutileza en la palabra “mal” que en la palabra “degeneración”.

Pero estas palabras largas que le evitan al hombre moderno el trabajo de razonar tienen un aspecto en particular en el cual resultan especialmente dañinas y confusas. La dificultad aparece cuando la misma larga palabra se emplea en diferentes contextos para significar cosas bastante diferentes. Así, tanto como para tomar un caso bien conocido, la palabra “idealista” tiene un significado en el contexto de la filosofía y otro bastante distinto en el de la retórica moral. Del mismo modo, los materialistas científicos tienen buenas razones para quejarse de las personas que confunden el término “materialista” como expresión cosmológica con “materialista” entendido como una objeción moral. Así, tomando un ejemplo más barato, el hombre que odia a los “progresistas” en Londres siempre se declarará “progresista” en Sudáfrica.

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