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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

20 de junio de 2009

20 de Junio, Conmemoración de San Silverio, Papa y Mártir





eodato, rey de los godos en Italia, asustado con las conquistas de Belisario, general del ejército del emperador Justiniano, obligó al papa San Agapito á que hiciese un viaje á Constantinopla para pedir la paz al Emperador. No lo pudo conseguir el santo papa; pero en aquella corte mostró su celo y su vigor en defensa de los intere­ses de la religión, negándose, con invencible tesón, á recibir en su comunión á Antimo, obispo eutiquiano, y mostrándose inflexible, aunque le amenazaron con destierro, hasta que en fin, consumido de trabajos y de penitencias, murió en el año de 536.
Apenas se supo en Roma su muerte, cuando se juntó el clero para nombrarle sucesor. Era grande protectora de los eutiquianos la em­peratriz Teodora, singularmente de Antimo, á quien había sacado de la Silla de Trebisonda para colocarle en la patriarcal de Constantinopla; y resuelta á tener un Papa que fuese de su entera devoción, hizo partir á Roma al diácono Vigilio, y escribió á Belisario que le hiciese nombrar por sucesor de Agapito; pero el rey Teodato, que no quería por Pontífice á ninguno que fuese hechura del Emperador, previno á la Emperatriz, y obligó por fuerza al clero de Roma á que eligiese al subdiácono Silverio, natural de la campaña de Roma, hijo de Hormisdas, que, habiendo enviudado, se hizo diácono de la Igle­sia romana, y después fue Papa.
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