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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

16 de junio de 2009

Tomás de Aquino, El Santo


por Monseñor Adolfo Tortolo
Arzobispo de Paraná



Tomado de Mikael Nº 5
Revista del Seminario de Paraná

Segundo semestre de 1974







I.- LA SANTIDAD


uizá ninguna palabra sea tan privativa de Dios como la palabra Santidad. "Yo soy Santo; sólo Dios es Santo", no son expresiones de un simple atributo. La Santidad en Dios es mucho más. Es el medio vital en que vive Dios necesariamente, penetra toda su realidad ad intra y toda su acción ad extra. Es el halo del misterio que lo separa de todo. Pero es también lo absolutamente suyo.

Todas las culturas han reconocido y reconocen la preeminencia del valor Santidad, y consienten en que el santo es superior al héroe, al sabio y al genio. El mismo sentido popular cuando quiere exaltar la bondad de alguien lo expresa todo diciendo: es un santo.

Pero ¿en qué consiste la Santidad? Santo Tomás de Aquino —cuya Santidad quisiéramos entrever— nos señala dos elementos esenciales en la Santidad de Dios; negativo uno y positivo el otro. La Santidad exige inmunidad de pecado y absoluta adhesión a Dios o unión con Él. Es decir: adhesión total a Sí mismo.

Dios y el pecado metafísicamente se rechazan y se oponen. En Dios no hay pecado ni tiniebla alguna. Vive en un océano de pureza inmaculada y en un abismo de luz incorruptible. Se extasía contemplando su límpida pureza. Esta contemplación eterna, siempre en acto, lo embebe en la unión fruitiva del amor a Sí mismo. En esto consiste la Santidad de Dios.
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