por Monseñor Adolfo Tortolo
Arzobispo de Paraná
Tomado de Mikael Nº 5
Revista del Seminario de Paraná
Segundo semestre de 1974
I.- LA SANTIDAD
uizá ninguna palabra sea tan privativa de Dios como la palabra Santidad. "Yo soy Santo; sólo Dios es Santo", no son expresiones de un simple atributo. La Santidad en Dios es mucho más. Es el medio vital en que vive Dios necesariamente, penetra toda su realidad ad intra y toda su acción ad extra. Es el halo del misterio que lo separa de todo. Pero es también lo absolutamente suyo.
Todas las culturas han reconocido y reconocen la preeminencia del valor Santidad, y consienten en que el santo es superior al héroe, al sabio y al genio. El mismo sentido popular cuando quiere exaltar la bondad de alguien lo expresa todo diciendo: es un santo.
Pero ¿en qué consiste la Santidad? Santo Tomás de Aquino —cuya Santidad quisiéramos entrever— nos señala dos elementos esenciales en la Santidad de Dios; negativo uno y positivo el otro. La Santidad exige inmunidad de pecado y absoluta adhesión a Dios o unión con Él. Es decir: adhesión total a Sí mismo.
Dios y el pecado metafísicamente se rechazan y se oponen. En Dios no hay pecado ni tiniebla alguna. Vive en un océano de pureza inmaculada y en un abismo de luz incorruptible. Se extasía contemplando su límpida pureza. Esta contemplación eterna, siempre en acto, lo embebe en la unión fruitiva del amor a Sí mismo. En esto consiste la Santidad de Dios.
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