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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

17 de junio de 2009

La Guerra Religiosa




por el Dr. Aníbal D´Angelo Rodríguez



Tomado de la hemeroteca de Cabildo





Pasado, presente e historia


l lector atento, fiel y comprensivo (una pinturita) recordará que en muchas oportunidades he descrito al siglo XX como repartido en tres etapas de 30 años: 1914-1945; 1945-1975 y 1975-2005. Siempre dije que se trataba de especulaciones provisorias y un tanto superficiales, desde el momento en que para comprender los períodos en que se pude dividir el pasado la primera condición es la perspectiva, esa distancia que en la pintura es el espacio y en la historia es el tiempo. Diversas circunstancias, cuyo detalle ahorraré al lector-pinturita, me han llevado en los últimos meses a cavilar sobre otra posible periodización. Dejando constancia, también ahora, de que se trata de consideraciones sujetas a revisión. Pero que quiero comunicar ya porque se refieren –y ese fue el punto de partida de mi reflexión– al sentido de los tiempos que hoy –en el ahora literal y puntual que estamos viviendo–. ¿Qué católico que se tome en serio su fe puede ignorar los nubarrones que se han levantado en el horizonte? ¿Qué católico que se tome en serio su fe no advierte un avance, que se hace día a día más invasivo y destructor, de las potencias del mal, del impudor, de la irresponsabilidad, de la blasfemia pública e institucionalizada? Tales hechos no pueden apartarse del análisis del pasado. Lo que hoy se pide a la Historia es que dé cuenta del presente encontrando sus antecedentes temporales. Las causas y los efectos son la materia prima, hoy más que nunca, de la reflexión histórica.

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