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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de enero de 2009

Ante el XX aniversario de la muerte de Menéndez y Pelayo



Acción Española
Madrid, 16 de mayo de 1932
tomo II, número 11
páginas 506-510


Un incidente histórico



Acción Española no puede pasar en silencio la fecha del 19 de mayo, en que murió uno de sus maestros indiscutibles: D. Marcelino Menéndez y Pelayo.



n la figura del Sr. Menéndez y Pelayo, agigantada en el recuerdo de quienes vivimos las angustiosas horas presentes, se concentran los esfuerzos por comprender de todos los buenos españoles que rinden

culto celoso a las nobles disciplinas del entendimiento. De su obra gigantesca, vasto océano rumoroso que encierra la más perfecta lección católica y tradicional que nunca se ha explicado sobre nuestra Patria, queremos hoy reproducir una página: la de su discurso en el Centenario de Calderón, y en un banquete que con este motivo se celebró en el Retiro, para obsequiar a los catedráticos extranjeros que habían acudido a las fiestas del Centenario.

A la hora de los brindis, comenzaron en ellos a deformar la personalidad del autor de La vida es sueño, algunos compañeros liberales y masones del maestro, imbuidos de las ideas krausistas tan en boga en aquella época, y aludido D. Marcelino para que tomase la palabra, así lo hizo, en efecto, con el consiguiente asombro y la incorrecta protesta de muchos.

Hemos de advertir que, al día siguiente, la Prensa madrileña, con la honrosa excepción de El Siglo Futuro, falseó los hechos abiertamente e hizo objeto a Menéndez y Pelayo de sus iras, por haberse atrevido a cometer el delito de defender noblemente la ultrajada memoria del poeta.

Y para que el lector forme idea total del ambiente histórico en que Menéndez y Pelayo lanzó su reto al liberalismo antiespañol, creemos conveniente reproducir parte de una carta de don Juan Valera, el liberal más consecuente y más fino de su época, en que juzga, según su criterio, el ruidoso brindis. En D. Juan Valera, el liberalismo comienza a batirse en retirada, ante el empuje españolista de Menéndez y Pelayo:

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