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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

22 de enero de 2009

La Economía Política y el Cristianismo (6)




por S.E.R. Zeferino Card. González Díaz de Tuñón O.P.




VI




ongamos ahora en frente de la solución católica del problema de la población, la solución de Malthus, de Stuart Mill, y en general, de la Economía sensualista y racionalista. Reconociendo esta la dificultad suma de poner al nivel del movimiento de la población el desarrollo y acrecentamiento de las riquezas, dificultad que se hace insuperable cuando al trabajo productor de esas riquezas se señala el interés personal y los goces materiales como regla suprema, estimulo principal y fin último, convierte sus miradas hacia el segundo término del problema, buscando medios de retardar el movimiento o desarrollo de la población, a fin de mantener el equilibrio entre este movimiento y la producción de las riquezas. De aquí la teoría de los economistas racionalistas y sensualistas acerca del estado estacionario de la población, como condición normal de la sociedad. Y en verdad que semejante teoría es una aplicación lógica y una deducción legítima de la economía sensualista. Porque la verdad es que si el ideal de la vida humana es el [91] disfrute tranquilo del bienestar y de los goces terrenos, preciso será evitar a toda costa y por todos los medios el desnivel entre la población y las riquezas, a fin de que estas y los goces que producen se hallen al alcance de todos los miembros de la sociedad. ¿Qué resulta de aquí? Que la Economía política racionalista, sintiéndose impotente para resolver el problema del equilibrio entre la población y las riquezas, porque rechaza la solución de la Economía cristiana, que resuelve el problema de la manera que es soluble, atendidas las condiciones presentes de la humanidad, por los medios que arriba quedan indicados, vese precisada a retroceder veinte siglos para plagiar y reproducir las doctrinas tan inmorales como contrarias a la dignidad y libertad del hombre, adoptadas por las escuelas paganas. Las trabas legales para la realización de los matrimonios, la prohibición de los mismos a las clases obreras e indigentes mientras no se hallen en posesión de una fortuna determinada, impedir la procreación y buscar la esterilidad relativa sin reparar en medios, he aquí los procedimientos adoptados y aconsejados por la moderna Economía política del racionalismo para resolver el problema indicado. No es difícil reconocer las infamias de todo género, la inmoralidad y el libertinaje a que es ocasionada semejante solución. La dignidad del hombre, la santidad de la unión conyugal, la libertad individual, la moralidad pública y privada, la fecundidad ordenada de [92] la especie, son a todas luces incompatibles con las teorías, los consejos y preceptos de los economistas de nuestros días que se inspiran en las doctrinas de Malthus, de Stuart Mill y de otros partidarios de la Economía sensualista.
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