por Gilbert K. Chesterton
VI
Las Paradojas del Cristianismo

Este silencioso desvío de la exactitud por una pulgada es lo que constituye el elemento misterioso que hay en todo. Es como si el universo fuese secretamente traicionero. Una manzana o una naranja son lo suficientemente redondas como para que puedan ser llamadas redondas, pero no son redondas después de todo. La tierra tiene una forma de naranja a fin de tentar a algún astrónomo ingenuo a llamarla globo. La hoja de pasto y la hoja de una espada tienen similitudes que justifican que se las designe por la misma palabra pero, bien miradas, no son iguales. En todas partes hay un elemento subrepticio e incalculable en las cosas. Se le escapa a los racionalistas, pero se les escapa a último momento. De la gran curva que tiene el perfil de nuestra tierra se podría inferir fácilmente que cada pulgada de la misma está curvada de forma idéntica. Parece irracional que un ser humano tenga un hemisferio cerebral a cada lado y no tenga un corazón a cada lado. Y aún así, los científicos continúan organizando expediciones al Polo Norte porque siguen encariñados con la idea de un paisaje plano. Los científicos están también organizando expediciones para encontrar el corazón del hombre y, cuando tratan de hallarlo, por lo general empiezan por el lado equivocado.
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