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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

19 de enero de 2009

Un totalitarismo que chapotea en calculada anarquía


por Ismael Medina

Tomado de Vistazo a la Prensa




ABE realmente Rodríguez hacia donde lleva a España? O mejor dicho: ¿Es consciente Rodríguez de hacia dónde le conducen los poderes ocultos?

Dos apoyaturas, una lejana y otra reciente, amén de la realidad me incitan a plantear ambas preguntas.

La primera corresponde a don Ángel Herrera, creador de la ACNP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas) y que con el pasar de los años llegaría a ser cardenal. Data de 1931, cuando en el seno de la Editorial Católica chocaban monárquicos con posibilistas republicanos. “No planteéis el problema de Monarquía o República, porque eso es la división. Dejad ahora la forma de gobierno. Lo principal son España y la Iglesia, atacadas a fondo por el socialismo, al servicio de las logias”.

La segunda se relaciona con la muy reciente publicación en España de “La historia definitiva del el Club de Bilderberg” (Ediciones del Bronce. Planeta), del canadiense Daniel Esturin, que lleva vendidos en el mundo más de dos millones de ejemplares. Acaso no sea la versión definitiva, dada la complejidad de este poderosos instrumento del poder mundialista, al que acompañan otros no menos influyentes, como el CFR, la Comisión Trilateral, Pugwad, IIIA, Club de Davos y otros más que confluyen en un centro mundial de poder a cuyo frente está David Rockefeller. Y al que tampoco es ajena la pirámide francmasónica. Ni la Secretaría General de la ONU, pantalla del Gobierno Mundial en ciernes.

Desde hace bastantes años he escrito sobre esta red mundialista de poder. Lo que me ha deparado el acopio de invectivas parejas a las que sufren quienes, con superiores méritos historiográficos, denuncian unas y otras influencias en el devenir de los acontecimientos en una España pretérita y más aún en la actual. También algunos de mis lectores que intervienen en el Foro se han demostrado excelentes conocedores de tan vidrioso asunto y a ellos debo sugestivas aportaciones.

Las filtraciones, generalmente tardías, de lo que se debate en las reuniones anuales del CFR, del Club de Bilderberg y de la Comisión Trilateral, sobre todo, ponen de relieve que se cumplen a corto o medio plazo las previsiones que se someten a la consideración de sus influyentes miembros. No sólo a estrategias disolventes o de una u otra naturaleza, sino de cambios de gobierno en las naciones y sus futuros dirigentes para protagonizar la farsa de la alternancia entre partidos presuntamente de derecha e izquierda. Y asimismo, respecto de conflictos armados y brotes revolucionarios por llegar.

Las revelaciones más recientes sobre la última reunión del Club de Bilderberg confirman lo que ya escribí acerca de Barak Obama. Los asistentes fueron informados de que sería el triunfador en la convención demócrata, ganaría las presidenciales y seguiría fielmente, aunque con ocasionales enmascaramientos dialécticos, la estrategia mundialista hacia la consecución de un Gobierno Mundial. Faltan pocos días para que Obama se instale en el Despacho Oval. Pero el gobierno que le han impuesto, heredero en gran parte de la Administración Clinton, y sus rectificaciones postelectorales, además de seguir la estela de Bush en temas capitales, configuran pruebas inequívocas de que en los grandes ejes de la política interior y exterior habrá maquillajes retóricos. Pero no cambios sustanciales. También se puede aplicar a Obama aquella cínica declaración de Tierno Galván de que los programas se hacen para no cumplirlos. Los programas se reducen en la práctica a dar carnaza a las fieras electorales hasta que queden satisfechas, se empachen y sesteen.

¿Ha sida tan deleznable, como se sostiene, la gestión de Bush? Mi respuesta es que no, al menos respecto de la estrategia mundialista, si se toma en consideración que Obama, por lo que se trasluce, se apartará muy poco de sus fundamentos, aunque, eso sí,
con otra música. Un juego muy parecido al de esos músicos que le cambian el ritmo a una vieja canción para que parezca nueva y acorde con lo que se lleva. Hemos asistido a una sostenida operación mediática de descalificación de Bush cuyo objetivo no era otro que oponerle la figura falsamente redentora y multiétnica de Obama. Y no deja de ser curioso que de los pocos elegidos por el propio Obama, uno de ellos se haya visto forzado a renunciar y otro pueda ser rechazado, también bajo la acusación de irregularidades. Los llamativo de ese aventar mierda es que no ha procedido de las filas republicanas, sino desde las mismas covachuelas mediáticas que apoyaron la campaña de Obama.

Se ha insinuado y cobrado aire en los medios que Obama podría ser asesinado por su progresismo. Una hipótesis sin fundamento, salvo que se trata tan sólo de un aviso indirecto de lo que pudiera ocurrirle si se engalla y se desvía del guión que le fue marcado. Acaso nunca sepa quien o quienes indujeron los asesinatos de John F. Kennedy y de su hermano Robert, pero lo cierto es que ambos llegaron a crear tales problemas a la estrategia mundialista que no era aconsejable su permanencia en la Casa Blanca, una vez cumplidas similares expectativas de cambio a las de Obama ahora. Tampoco se sabrá de dónde partió la incitación para el intento frustrado de matar a Reagan. Pero es evidente que a partir de aquel momento se produjo una flexión en su política exterior acorde con la estrategia mundialista. A Nixon se le asesinó políticamente por muy parecidos motivos con el rifle mediático del Watergate, curiosamente descubierto por dos casi desconocidos redactores del “Washington Post” que, además de judíos, se dedicaban a cuestiones musicales. También se salvó de milagro Juan Pablo II del atentado de que fue objeto en la Plaza de San Pedro. Dos principales afrentas al poder mundialista había cometido el Papa: el renacer de la integridad del mensaje evangélico frente a las desviaciones postconciliares, con el consiguiente enfrentamiento a la política neomalthusiana del mundialismo; y su enérgica condena del relativismo materialista, fuera del capitalismo o del marxismo. ¿Partió la inducción realmente de Moscú? Es posible a efectos operativos. Pero conviene recordar que ya por entonces se tramaba desde el interior del PCUS, con el concurso del KGB, la voladura interna del régimen de la que eran parte Andropov y Gorbachov a través del embajador soviético en Canadá, quien matuvo secretas relaciones con Rockefeller y luego aparecería al lado de Yelstin.

Son los autores materiales, reales o supuestos, lo que menos importa de los magnicidios y otros tipos de atentados susceptibles de cambiar una situación política o de provocar un conflicto armado. Lo que verdaderamente debería conocerse, y pocas veces se consigue, es de dónde partió la instigación Y en ese espacio nos movemos generalmente desde presunciones razonables, casi siempre a partir de sus efectos, sean políticos o grandes y complejos intereses. Algo así como la pregunta tópica de las novelas policiacas al comenzar la investigación de un crimen: “¿A quién beneficia?”.

El acceso al poder de Rodríguez fue consecuencia indiscutible de los atentados en los trenes de Atocha, una horrenda matanza, y de su sospechoso y rápido aprovechamiento por el agit-prop del PSOE. El proceso judicial, tan plagado de lagunas e irregularidades, concluyó en globo pinchado. Y como los muertos no pueden hablar, los presuntos suicidas de Leganés cargaron con la culpa. La pregunta del cajón que quedaría bailando en el aire es la de a qué oscuros centros de poder podía interesar que accediera al poder en España un personaje tan poco dotado, chichiribaile y manipulable como Rodríguez, además de atrapado por la masonería. Ya su ascensión a la secretaría general del PSOE por sólo seis votos, fue harto confusa. Cuando se examinan sus entresijos se acrece la impresión de que estaba “predestinado” para cumplir el rito mundialista de la alternancia como fórmula encubridora del totalitarismo partitocrático, mera fachada de la actual, endiosada y falaz democracia.

Se pudo sospechar en un comienzo que los más interesados en desbancar al PP y disponer en España de un presidente de gobierno agradecido y maleable eran Chirac y Mohamed VI. El primero ansiaba disponer de un títere en su enfrentamiento a Bush por la guerra de Iraq. Y para el segundo era conveniente un gobierno en Madrid que abandonara la resuelta actitud de Aznar respecto del Sahara y beneficiarse del enfrentamiento del gobierno de Madrid con Washington para atraerse la cobertura militar norteamericana, tal que sucedió. Las inmediatas y genuflexas visitas de Rodríguez a París y Rabat contribuyeron a fortalecer esa sospecha, nada descaminada. La política reivindicativa de Marruecos respecto de España sigue inalterable. Y no fue un favor ocasional el que hizo Sarkozy a Rodríguez con la cesión de la silla que le sobraba en la reunión del G-20. La política exterior de Francia, en particular respecto de Oriente Medio, se ha visto reforzada con Sarkozy. Y no sólo por la nostalgia de una Francia colonialista en aquellas tierras. También respecto de otros vectores del retorno a la “grandeur” gaullista, como la de convertirse en el centro de poder europeo, a despecho de Alemania. La arbitraria oposición de Rodríguez a la compra de Endesa por E.ON no fue ajena a esa dependencia política.

Ya me referí en crónicas anteriores a las líneas maestras de la estrategia mundialista de destrucción de los Estados-Nación mediante el doble mecanismo de destripamiento interno y de integración en entidades supranacionales, de la que resulten un doble condicionamiento interno con las partes centrifugadoras y los imperativos legalistas y prácticos de un gobierno supranacional. Y al propio tiempo, la descomposición moral de las sociedades y, consecuentemente, de su tradicional soporte religioso que es la Iglesia católica. Ya recordó años atrás el entonces cardenal Ratzinger la máxima de Adam Smith de que el mercado era incompatible con la moral. Y que en el curso de una visita a Roma de David Rockefeller dijo éste que no se podría dominar Iberoamérica mientras siguiera siendo católica. Lo de Smith concuerda con la actual crisis financiera mundial de la que, como de las anteriores, saldrá reforzado el poder financiero mundialista a costa de la ruina general. Ni el castrismo seguiría en el poder tras cincuenta años de brutal totalitarismo pseudomarxista si no interesara al poder mundial. Ni se expandiría el bolivarismo indigenista que rompe la cohesión de los pueblos iberoamericanos y se esfuerza por erradicar de ellos el soporte católico. Sigue vigente el viejo “divide y vencerás”.

Los estudiosos del tema, en particular Ricardo de la Cierva, al que no se rebate con argumentos sino con descalificaciones (lo mismo que ocurre a Pío Moa), aciertan al mantener que la masonería es hoy aún más penetrante e influyente, sobre todo en la izquierda, que en tiempos de la II República. Motivo por el que exhumé al comienzo la advertencia de Angel Herrera en 1931.

Los vectores de la estrategia mundialista, o iluminista para mayor exactitud, los reproduce Rodríguez con sistemática fidelidad de torpe y huero doctrino. No necesito mayores puntualizaciones ya que los datos fehacientes están a la vista y es notorio que en esa dirección se avanza cada día con creciente desparpajo, cinismo y violencia legislativa.

Me gustaría conocer la logia que acoge a Rodríguez y quienes la componen. Sobre todo quien es el que imparte doctrina, escondido tras el grado 33 que la regenta. Podríamos aclarar una parte al menos sus prácticas laicistas y su retorno al empeño federalista de la I y la II Repúblicas. Lo del fantasma de su abuelo es mera retórica justificativa. De no haberlo tenido buscaría otra percha. En el fondo, le importa un carajo, que diría su amigo Chávez. También le traen sin cuidado, como al funambulista judicial Baltasar Garzón, los ajusticiados por el régimen de Franco, tantos de ellos perversos asesinos y otros que no lo merecían. A uno y otro les valen esos muertos para sus propios fines personales y como pancarta para desviar la atención de sus yerros, carencias, subordinaciones y objetivos inconfesables. Pero más aún que los aleccionamientos masónicos, aunque no sean desdeñables, importa conocer quienes de sus más de 600 asesores en el palacio moncloaca son los agentes encubiertos del mundialismo que le hacen marcar el paso en el seno de la estrategia iluminista, al tiempo que sitúan en puestos clave, públicos o privados, a su parentela familiar y de secta.

Rodríguez sabe muy bien que su permanencia en el poder no depende tanto de las urnas como de cumplir con fidelidad, y hasta con exageración, las instrucciones del poder mundialista que le llegan a través de sus más influyentes asesores y de su superior el secretario general de las Naciones Unidas, sea el que sea, pues en el puesto se suceden los mismos perros con distintos collares raciales. Y de ahí le vino algo más consistente que la inspiración para montar el tinglado de la Alianza de las Civilizaciones, en el que, aparte de él y del secretario general de la ONU, parten el bacalao y hacen cama política común los tres más contumaces sostenedores del extremismo islamista en Palestina y Líbano, amén del anatema a Israel. Y es significativo que desde esa Alianza de Civilizaciones y sus pretendidas ayudas para la paz se haya favorecido el triunfo de Hamás y Hezbolá y su dotación de armas ofensivas.

Lo que en realidad se perseguía desde los centros del poder mundialista era valerse de esas organizaciones terroristas para provocar el conflicto a que ahora asistimos, del que ya se habló en la última reunión del Club de Bilderberg. Y no sólo como una demostración espectacular de poderío israelí y del respaldo incondicional de Washington, se trate de Bush o de Obama, que tanto da a fin de cuentas, sino de una advertencia a Irán, a Siria y a Paquistán, e incluso a Turquía. Y acaso también de mantener encendida y controlada la mecha de un conflicto de mayores proporciones que contribuya a superar la crisis económica. No se olvide que el New Deal de Roosvelt y su acompañamiento keynesiano fueron en realidad un fracaso y sería la incorporación de USA a la guerra mundial lo que salvó del hundimiento a la economía norteamericana. Y de rechazo, a que tras de trágicos padecimientos se rehiciera la europea gracias al nada desinteresado Plan Marshall, del que Norteamérica obtuvo pingües beneficios.

Pero merece un tratamiento aparte el conflicto entre israelíes y palestinos, sus antecedentes, su función en el avispero medioriental y el papel subordinado que en este juego ha de cumplir y cumple Rodríguez, aunque condicionado a su irrecuperable entidad chapucera.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo