Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

20 de enero de 2009

El pequeño mundo de Don Camilo (14)

por Giovanni Guareschi


Capítulo 14


La vuelta al redil



L sacerdote enviado para regentear la parroquia durante la convalecencia política de don Camilo, era un curita joven y delicado, que conocía perfectamente su oficio y hablaba con garbo, con lindas palabritas redondas y limpitas que parecían recién cosechadas en la viña del vocabulario. Naturalmente, aun sabiendo que se trataba de una gestión provisoria, el curita había introducido en la iglesia esas pequeñas innovaciones necesarias para que un hombre pueda hallar soportable su permanencia en casa ajena.
Aquí no se hace parangón alguno; pero es como cuando vamos a dormir en un hotel y aun sabiendo que sólo permaneceremos en él una noche, no podemos menos que mover a la derecha la mesita que estaba a la izquierda y poner a la izquierda la silla que estaba a la derecha, pues cada uno de nosotros tiene un concepto propio de la estética y del equilibrio de las masas y los colores, y por eso experimenta ciertos sufrimientos cuando, pudiendo hacerlo, no procura restablecer ese equilibrio que le parece alterado.
El hecho es que el primer domingo que el curita ofició, la gente notó dos importantes innovaciones: el gran cirio decorado con florcitas que estaba a la izquierda del altar, sobre el segundo peldaño de la balaustrada, había sido puesto a la derecha, ante el cuadrito de una santa, cuadrito que antes no existía.Por la curiosidad de conocer al nuevo párroco; se hizo presente todo el pueblo.
Peppone y los demás cabecillas rojos estaban en primera fila.
–¿Has visto? – dijo riendo el Brusco a Peppone, señalándole el candelabro cambiado de sitio – ¡Novedades!
–¡Hum! – murmuró Peppone, que estaba muy nervioso. Y tal se mantuvo hasta tanto el curita se acercó a la balaustrada para hacer el discursito ritual.
Peppone entonces no pudo más y antes que el curita soltara una palabra, se separó del grupo, marchó resueltamente hacia la derecha, aferró el gran candelabro, lo llevó a la izquierda y lo puso en el antiguo sitio, sobre el segundo peldaño.
Luego volvió al centro de la primera fila, y, plantándose con las piernas abiertas y los brazos cruzados, miró sañudamente en los ojos al curita.
–¡Bien! – murmuró la muchedumbre de los fieles, incluso los reaccionarios.
El curita, que había seguido lo ejecutado por Peppone con la boca abierta, palideció, y balbuceando como pudo su sermón, regresó al altar para concluir la misa.
Cuando salió, se encontró con Peppone y todo su estado mayor, que lo esperaban. El atrio estaba lleno de gente silenciosa y enojada.
–Diga un poco, don... don no sé qué – preguntó Peppone, dejando caer, las palabras de lo alto, – ¿quién es esa cara nueva que usted ha colgado en el pilar de la derecha?
–Santa Rita de Casia – balbuceó el curita.
–En este pueblo nada tiene que hacer Santa Rita de Casia, ni ninguna cosa parecida – afirmó Peppone. – Aquí todo está bien como estaba.El curita abrió los brazos.
–Yo creo que estoy en mi derecho – comenzó a protestar; pero Peppone no lo dejó seguir.
*****
Para leer el capítulo completo haga click sobre la imagen.

0 comentarios: